El Global Madrid | martes, 19 de marzo de 2019 h |

La inversión social hace referencia a las actividades e inversiones empresariales o institucionales que buscan contribuir al fortalecimiento del entorno social, cultural y económico, y mejorar las condiciones de bienestar en su ámbito de actuación. En este marco, la inversión que hace el Sistema Nacional de Salud para ofrecer los mejores tratamientos a cada paciente contribuye a la sostenibildad del sistema así como al crecimiento económico del país. Además, es necesario tener en cuenta los beneficios que reporta a nivel de inversión social.

Según varios estudios, en el período comprendido entre 1982 y 2001 la esperanza de vida ha aumentado 1,96 años, atribuyéndose más de un 40 por ciento de este aumento al uso de nuevos fármacos. Esto sucede por el freno que se ha aplicado a algunas patologías como la diabetes, insuficiencia cardiaca, Hepatitis C o VIH, además de la mejora de pronóstico en algunos tipos de cáncer al surgir nuevos tratamientos.

Además de la aportación que suponen estos tratamientos en términos de salud, cada vez hay más evidencias sobre el efecto que tienen los fármacos en la generación de eficiencias para el funcionamiento de los sistemas sanitarios y el impacto positivo sobre la sostenibilidad. Un ejemplo significativo de ello son las vacunas, ya que por ejemplo las campañas europeas de vacunación antigripal suponen un ahorro de alrededor de 150 millones de euros por temporada en costes sanitarios y evitan más de 1,6 millones de casos de gripe, unas 700.000 visitas médicas y más de 45.000 hospitalizaciones. También se refleja este beneficio en la introducción de nuevos tratamientos en la enfermedad cardiovascular, ya que la OCDE en 2004 redujo el gasto sanitario per cápita en un 23 por ciento, incluida una reducción del 40 por ciento en el coste de hospitalización per cápita por este hecho. Además, en la lucha contra el VIH, la introducción de los tratamientos antirretrovirales de gran actividad en 1997 supuso una reducción de los costes sanitarios mensuales del 16 por ciento; mientras, la adherencia a la medicación de pacientes con diabetes tipo 2 reduce las hospitalizaciones en un 70 por ciento.

Otra de las ventajas de invertir en sanidad recae sobre la productividad del país, ya que se estima que cada año de aumento de la esperanza de vida, supone un aumento potencial del 4 por ciento del Producto Interior Bruto (PIB). Por ejemplo, los nuevos tratamientos oncológicos se han traducido en que un 75 por ciento de los pacientes que son diagnosticados de cáncer vuelven a trabajar, o un estudio realizado en Francia en 2010 señala que el 82,1 por ciento de las mujeres trabajadoras a las que se les detectó cáncer de mama volvieron a su empleo tras una baja médica media de 10,8 meses.

Por estos y más motivos, desde Farmaindustria consideran que la toma de decisiones en cuanto a la inversión sanitaria debería realizarse en base a estos parámetros, teniendo en cuenta los benenficios sobre la salud y cómo esto repercute directamente en la sostenibilidad. Desde la entidad también ponen de manifiesto que muchos de los medicamentos innovadores de la última década perderán la patente próximamente y entrarán en competencia genérica, con la reducción progresiva del precio que ese hecho supone. Además, el hecho de que las terapias avanzadas vayan dirigidas a grupos reducidos de pacientes también tiene un enfoque positivo, puesto que el acceso de éstos a los nuevos fármacos requiere de una inversión limitada.

Por ello se insta a reguladores, administraciones públicas, profesionales sanitarios, pacientes e industria farmacéutica a poner en común este objetivo.