Sara Calvo Madrid | jueves, 15 de febrero de 2018 h |

En 2050 las muertes por infecciones bacterias superarán a las causadas por el cáncer. No por mucho repetir el mismo titular cambiar la situación. “El nivel de preocupación sobre la resistencia antimicrobiana es extremadamente bajo dada la gravedad del problema”, lanza José Miguel Cisneros, director de la Unidad de Gestión Clínica Intercentros de Enfermedades Infecciosas del Hospital Universitario Virgen del Rocío de Sevilla, durante un debate celebrado en Madrid centrado en el ‘Pasado, presente y futuro de los antibióticos’ y organizado por Reig Jofré y la Fundación Isabel Gemio.

La invención de esta “alta tecnología” -como se refería a los antibióticos el doctor Cisneros- fue uno de los grandes descubrimientos del pasado siglo XX. Hasta allí se ha ido la última novela de Carlos Lens, subdirector general de Calidad de Medicamentos y Productos Sanitarios del Ministerio, a la que ha titulado ‘Oleadas de esperanza’ y que muestra, de alguna forma, cómo lo que a partir de los años cuarenta era el gran desafío de la farmacología, hoy en día lo sigue siendo, aunque por motivos muy distintos. “Antes era extraordinario tener una bacteria resistente y ahora estamos directamente hablando hasta de panresistencia”, recordaba el doctor Rafael Cantón, jefe del Servicio de Microbiología del Hospital Universitario Ramón y Cajal.

Hay consenso entre los expertos en considerar la resistencia antimicrobiana como un problema de salud pública. El doctor Cisneros lo ilustraba con un ejemplo: uno de los antibióticos más recetados es la amoxicilina/ácido clavulánico, y se consume 40 veces más que en otros países europeos, algo que vuelve a relacionar el incremento de bacterias resistentes con el aumento desmedido y a veces inadecuado del consumo de antibióticos.