Una de las lecciones aprendidas del nuevo coronavirus, el SARS-CoV-2 es que al infectar a un hospedador puede no provocarle ni un solo síntoma, o afectarle de tal manera que las secuelas sean irreparables. Esta fue una de las líneas principales en las que basó su discurso Adolfo García Sastre, del Global Health & Emerging Pathogens Institute y del Icahn School of Medicine at Mount Sinai en Nueva York durante la ‘XXXIX Lección Memorial Fernández-Cruz’. El virólogo precisó que aunque gran parte de su investigación se ha basado en la gripe, ha tratado de extrapolar los principales hallazgos al SARS-CoV-2, teniendo en cuenta las diferencias entre los virus.
Investigación en fármacos
Respecto a qué factores del hospedador son importantes, García Sastre señaló que, aunque en la gripe hay un mayor consenso, en el nuevo coronavirus se está estudiando qué compuestos influyen en la replicación de virus y el avance de la enfermedad. Así, afirmó que hasta el momento se han detectado 332 interacciones, de las cuales 69 pueden servir para el desarrollo de fármacos o para detectar cuáles de los ya existentes pueden ser útiles.
Es necesario identificar sobre qué agentes actúan los medicamentos para atacar al virus. Por ello, García Sastre consideró que es necesario realizar más estudios preclínicos y clínicos que ayuden a detectar las dianas terapéuticas a atacar. También, sugirió apostar por los tratamientos combinados porque, además de producir sinergias entre ellos que amplifiquen su eficacia, pueden permitir reducir los efectos adversos o actuar contra aquellas mutaciones resistentes a los antivirales.
Aunque pueda parecer que los científicos llevan una ‘eternidad’ estudiando este coronavirus, la realidad es que apenas han pasado 30 semanas. Este dato lo quiso recordar Santiago Valor, director médico en SYNLAB. Y es que, remarcó que aunque se ha trabajado mucho en estudiar el SARS-CoV-2, todavía quedan muchas incógnitas por despejar. Uno de los puntos en el que cree que más se ha profundizado es el uso de antivirales, señalando que existen diferencias sustanciales entre los distintos productos de este tipo. Y una de las principales conclusiones que resaltó el experto es que, con una situación tan cambiante, ha sido muy difícil confirmar muchas de las hipótesis que se exponían a priori. Por ello creía que los próximos pasos se orientarán a explicar con evidencia sólida cuál va a ser el futuro de los pacientes.
Indicadores de la respuesta inmune
La investigación del virus y la respuesta inmune desde una perspectiva molecular es clave en la detección de la infección, ya esté en su fase aguda o se haya superado. Pero en palabras de Benito Regueiro, catedrático de Microbiología en la Universidad de Santiago, es necesario realizar pruebas que detecten los diferentes tipos de anticuerpos para aumentar la eficacia de las mismas. Una de las evidencias que se conoce en esta línea es que los asintomáticos no generan anticuerpos con la misma intensidad que aquellos que desarrollan síntomas, por lo que la protección que adquieren frente al virus sería cuestionable. También se ha establecido una duración aproximada de la protección que generan esos anticuerpos. Aun así, Regueiro apuntaba a investigar mejor el papel de la inmunoglobina A (IGA).
A este respecto, Philip Rosenstock, product manager de Infection Diagnostics en Lübeck Germany, sugería usar la IGA como marcador de diagnóstico. El experto apuntó que esta inmunoglobina tiene una gran relevancia, por su alta capacidad de neutralización; además es fácil de detectar puesto que se encuentra tanto en las secreciones como en el suero sanguíneo. Por todo esto, la IGA podría usarse tanto como marcador diagnóstico como para conocer la protección que ha desarrollado un sujeto ante el SARS-CoV-2; en esta línea el experto destacó que la función de la IGA es neutralizar los patógenos, sobre todo en el entorno mucoso, lo que es de gran importancia en el SARS-CoV-2.
Rosenstock también explicó que en muchas ocasiones se produce una ‘brecha diagnóstica’ puesto que pueden pasar unos días desde el comienzo de los síntomas hasta que el paciente dé un resultado positivo en la prueba serológica; esta brecha podría cerrarse, según Rosenstock, al analizar los niveles de IGA en la prueba serológica.
Papel de las pruebas diagnósticas
Por ultimo, Mary A. Rodgers, responsable científica de Enfermedades Infecciosas en Abbott Laboratories, habló de los avances en diagnóstico, centrándose en su caso en los test de antígenos que desarrolla la compañía. Estos test rápidos permiten al personal sanitario conocer si un individuo tiene una infección activa pero, igualmente, destacó Rodgers, permiten a los investigadores analizar cómo cursa la enfermedad con el paso de los días.
Para concluir, la experta aseveró que la combinación de las distintas pruebas que existen en el mercado sería de gran utilidad para controlar el avance del virus. Y es que, indicó que una de las líneas a investigar es por qué la respuesta inmune puede ser tan diferente en cada caso. Además, afirmó que muchos de estos test también pueden ser útiles para desarrollar vacunas o monitorizar su eficacia, al identificar diferentes marcadores serológicos.