Uno de los objetivos de la investigación básica en cáncer es lograr nuevos métodos de detección y prevención. Y la búsqueda de biomarcadores es fundamental. El equipo de Pilar Navarro, del Instituto de Investigaciones Biomédicas de Barcelona (IIBB-CSIC), que lleva décadas estudiando el cáncer de páncreas, ha demostrado recientemente que la proteína Galectina-1 puede ser un buen biomarcador para este tipo de cáncer.

Según destaca el Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) en un comunicado, el cáncer de páncreas es uno de los tumores más agresivos, con una supervivencia media inferior a seis meses. De hecho, es la tercera causa de muerte por cáncer, aunque debido al incremento de su incidencia está previsto que pase a ocupar la segunda posición en 2030, solo superado por el cáncer de pulmón.

Detección en sangre

Los investigadores han observado que los niveles de esta proteína –Galectina-1– están muy elevados en pacientes con cáncer de páncreas respecto a individuos control. “Además, cuanto mayor es el nivel de esta proteína en sangre, menor es la supervivencia del paciente“, ha señalado Navarro.

De este modo, la detección en sangre de Galectina-1 puede ser utilizada para diagnosticar y predecir la agresividad del cáncer de páncreas. El método para realizar esta detección es el test Elisa, “una prueba de laboratorio poco costosa”, lo que supone una gran ventaja respecto a otras técnicas usadas en la actualidad, como las técnicas de imagen (ecografía endoscópica, TAC, resonancia magnética).

Aunque la sencillez de la metodología y su bajo coste puede facilitar a los oncólogos el diagnóstico precoz del cáncer de páncreas, este estudio también presenta limitaciones, advierte la investigadora. Uno de los obstáculos es la especificidad, pues “esta proteína puede también incrementarse en respuesta a procesos inflamatorios, como la pancreatitis, dando lugar a falsos positivos”.

Propiedades físicas de las células cancerígenas

Por otro lado, el equipo del físico Javier Tamayo, del Instituto de Micro y Nanotecnología (IMN-CSIC) de Madrid, busca nuevos métodos que permitan detectar las células cancerígenas a partir de sus propiedades físicas.

“En la última década hemos aprendido que las propiedades mecánicas de las células (su rigidez o movilidad) experimentan un cambio radical cuando se transforman en tumorales“, asegura investigadora Priscila Kosaka, del equipo de Tamayo.

El cambio de propiedades mecánicas –por ejemplo, las células cancerosas son más blandas que las células sanas, explica Kosaka– tiene un alto significado biológico que abre múltiples posibilidades en nuevas técnicas de diagnóstico y terapias de cáncer universal.

El equipo de Tamayo ha desarrollado nanodispositivos optomecánicos que permiten la detección ultrasensible de proteínas en la sangre. Esta tecnología ha permitido detectar proteínas biomarcadoras de cáncer con una sensibilidad sin precedentes (de al menos 10.000 veces superior a los test clínicos) y con una alta tasa de aciertos.

“Estos resultados permitirían detectar biomarcadores tumorales procedentes de tumores incipientes con un tamaño inferior a un milímetro y, por tanto, altamente curable”, augura el físico. “Se están realizando ensayos clínicos con pacientes de cáncer de mama y pronto se comenzarán ensayos con pacientes de cáncer de pulmón”, añade.

Nanofotónica, otra aliada para la detección precoz

Otra herramienta que ayuda a lograr una detección temprana del cáncer es la nanofotónica, es decir, el uso de la luz a nivel nanométrico, que permite obtener biosensores de alta fiabilidad.

El equipo de la investigadora Laura M. Lechuga, del Instituto Catalán de Nanociencia y Nanotecnología (ICN2-CSIC-Gencat), ha demostrado cómo su tecnología nanofotónica permite evaluar biomarcadores en estados muy tempranos del desarrollo de diferentes tipos de cáncer utilizando muestras mínimas de fluidos corporales.

“Hemos demostrado cómo es posible conseguir con nuestros prototipos una detección temprana del cáncer colorrectal al detectar directamente la presencia de autoanticuerpos asociados a este tumor en el plasma de los pacientes, lo que abre un esperanzador camino para su diagnóstico precoz evitando la colonoscopia“, explica la investigadora del CSIC.

Otro ejemplo es la detección de biomarcadores en muestras humanas, como microARN específicos donde el equipo de Laura M. Lechuga ha conseguido límites de detección excepcionalmente bajos. “Nos ha permitido estratificar entre pacientes con cáncer de vejiga y personas sanas analizando tan sólo unas gotas de su orina“, detalla. Estos análisis tienen grandes ventajas: rapidez (menos de 15 minutos), alta sensibilidad y medida directa en mínimos volúmenes de muestras de los pacientes sin ningún tipo de pretratamiento.

Imagen de precisión para tumores de mama

La detección temprana del cáncer de mama es el objetivo del equipo de los investigadores Antonio J. González y Filomeno Sánchez, del Instituto de Instrumentación para la Imagen Molecular (I3M-CSIC-UPV), centro mixto del CSIC y la Universidad Politécnica de Valencia.

Este equipo está desarrollando un dispositivo PET (tomografía por emisión de positrones), denominado DeepBreast, que busca mejorar las prestaciones de calidad de imagen y tiempo de escaneo de la tecnología de detección. Para la prueba PET los pacientes reciben una inyección con un radiofármaco que se concentra en las zonas de mayor consumo energético, como son los tumores. El fármaco emite una radiación que los escáneres PET detectan y a partir de la cual generan una imagen diagnóstica.

“El diseño en el que estamos trabajando reduce los huecos que dejan los detectores actuales PET mediante la unión entre sí de los múltiples cristales centelleadores que lo componen. Esto aumenta la eficiencia de la detección y permite reducir el tiempo de escaneo y la dosis de radiofármaco inyectada al paciente, o un compromiso entre ambos”, apunta González. “Nuestro objetivo es tener un prototipo funcionando para finales de 2021“, añade Sánchez.

Un microbioma adecuado contra la leucemia infantil

El equipo del investigador Isidro Sánchez-García, del Centro de Investigación del Cáncer (CIC-CSIC-USAL), mixto del CSIC y la Universidad de Salamanca, se centra en los orígenes de la leucemia infantil.

Los investigadores han observado que, en casos de predisposición genética a este tipo de leucemia, el cáncer surge como consecuencia de una respuesta inmunitaria anormal a las infecciones comunes. Así, han mostrado que un microbioma intestinal adecuado puede proteger contra el mecanismo que desencadena el cáncer.

“Uno de los factores que puede proteger del estrés es un microbioma intestinal adecuado, ya que se ha demostrado que existe una asociación entre el subtipo genético de la leucemia y la posible eficacia antileucémica del microbioma”, señala Isidro Sánchez.

Si el tratamiento de la leucemia infantil es una de las mayores historias de éxito de la medicina moderna –la mejora de la gestión del paciente, junto con la administración de fármacos, han propiciado que más del 90 por ciento de los niños sobrevivan–, la prevención de este cáncer mediante la modificación del microbioma y la protección frente al estrés inmunitario podría proporcionar una alternativa eficiente a los tratamientos.

Junto al microbioma, el equipo también está analizando otros factores asociados, como la respuesta inmune individual, o la importancia de las células T, involucradas en la eliminación de las células cancerígenas. “Entender mejor las interacciones entre los diferentes tipos de predisposición genética, los factores ambientales y los mecanismos de evasión inmune facilitaría la prevención de los factores que conducen al desarrollo de la enfermedad”, concluye el investigador.


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