La pandemia de la COVID-19 ha puesto en jaque al sistema sanitario, lo que ha derivado en una creciente virtualidad que se ha impuesto en el día a día como medida principal para evitar posibles contagios. “Esto ha supuesto un distanciamiento entre médico y paciente que en algunas patologías como el cáncer entraña riesgos e interrogantes”. Así lo ha explicado Esther Guerrero, Business Unit Director de Kyowa Kirin, compañía patrocinadora del Foro Virtual ‘La humanización de la asistencia oncológica’, organizado por Gaceta Médica y El Global.

El abordaje y los protocolos que existen para el diagnóstico, tratamiento y seguimiento de este tipo de pacientes se ha visto, en consecuencia, afectado por la coyuntura de crisis sanitaria. A todo ello se suma la necesidad de comprender cómo se han transformado sus perspectivas en este contexto.

Además, el control del dolor en estas circunstancias se ha convertido también en uno de los grandes desafíos. “Antes de la crisis sanitaria se estimaba que afectaba a un 30-40% de los pacientes en el momento del diagnóstico y entre un 70-80% cuando la enfermedad estaba más avanzada. Con esta situación, probablemente estas cifras hayan empeorado”, ha señalado Guerrero.

La COVID-19 se ha convertido así en un reto mayúsculo para la atención del cáncer, sobre todo durante la primera ola de la pandemia, en la cual “el hospital se convirtió en un lugar peligroso para el paciente”. Así lo ha relatado Francisco Javier de Castro, jefe del Servicio de Oncología Médica del Hospital La Paz de Madrid, además de uno de los expertos participantes en el encuentro. “Aprendimos a volver a una medicina basada en el paciente y en la experiencia del médico”, ha indicado.

¿Cómo se ha gestionado la asistencia?

Uno de los principales cambios en la asistencia oncológica fue la necesidad de adaptación a una medicina a distancia a través de la teleconsulta. “Hemos utilizado el teléfono en aquellas consultas que podían resolverse de manera escueta, como en resultados o valoraciones evolutivas. En ningún caso se han usado para primeras consultas ni situaciones dudosas”. Así lo ha explicado Yolanda Escobar, oncóloga médica del Hospital General Universitario Gregorio Marañón y coordinadora de la Sección de Cuidados Continuos de SEOM.

De esta manera, la adaptación a la pandemia provocó un giro orientado a maximizar la seguridad del paciente y minimizar su presencia en el hospital, en la medida de lo posible. “Hemos hecho intentos por cambiar protocolos, así como facilitar al paciente la dispensación y administración de fármacos”, ha reseñado Escobar. “Hemos limitado a uno el número de acompañantes de consulta oncológica, ya que ninguna sería algo muy desasosegante para el paciente”, ha añadido.

El diagnóstico en estadios superiores y menos precoces ha sido una de las peores consecuencias de la COVID-19

Toda esta situación ha generado una dificultad en el seguimiento de los pacientes con cáncer, además de la suspensión de cirugías y pruebas complementarias. Ello ha motivado, en muchos casos, un cambio significativo en su evolución clínica. Asimismo, “se ha diagnosticado en estadios superiores y menos precoces. Eso ha sido una de las peores consecuencias”, ha señalado Esther Holgado, jefa del Servicio de Oncología Médica del Hospital La Luz.

Así lo ha apoyado Elisabet Hernández, enfermera de la Unidad de Cuidados Paliativos del Servicio de Oncología del Hospital Vall d’Hebron. “Los pacientes han venido con mucha carga tumoral, por lo que muchos no han sobrevivido ni llegado a primeras líneas de tratamiento”, ha incidido.

Doble reto: cáncer y COVID-19

La situación ha derivado en una doble amenaza para el paciente oncológico, que se ha enfrentado no solo a la infección por COVID-19, sino también al cáncer. En un momento en el que el hospital desaparecía y el primer nivel asistencial estaba en una situación complicada “el oncólogo ayudó y acogió al paciente oncológico”, según de Castro. “Nuestra labor no era no solo tratar los pacientes sino también protegerlos. No solo de la COVID-19, si no de la falta de diagnósticos”, ha añadido.

“Hemos intentado hacer una oncología de enlace con Atención Primaria para que los pacientes no tuvieran miedo de ir al hospital y que no se quedaran en el camino de un diagnóstico de cáncer tardío. Un cáncer avanzado es mucho más mortal y esto es una realidad”, ha reflejado el experto.

El papel de los profesionales ha ido, por tanto, mucho más allá, extendiendo la humanización lo máximo posible en la coyuntura de lo telemático y de la virtualidad. A nivel hospitalización, por ejemplo, se han usado las videollamadas “para acercar a las personas que en su situación estaban pasando por soledad”, según Hernández. “La soledad influenciaba mucho en el dolor, entendiendo que este es un síntoma, pero que la persona se divide en múltiples esferas. Tenemos que abordarlo todo de forma holística”.

En lo que respecta a consultas externas y debido al miedo a venir al hospital, se ha intentado hacer seguimiento telemático en la medida de la posible. “Cuando no ha sido así, inevitablemente han tenido que venir a consulta. Yo creo que en enfermedad oncológica lo que hemos hecho también es parar el golpe, que ha sido muy fuerte”, ha apuntado Hernández.

Dolor irruptivo oncológico

El dolor es una de los aspectos que más preocupa a los pacientes, ya que afecta enormemente a su calidad de vida. De hecho, se estima que más de la mitad de los pacientes oncológicos sufrirán dolor irruptivo oncológico. Se trata de un dolor que aparece cuando el dolor basal está controlado y aparecen una serie de episodios de dolor súbitos de gran intensidad. Según de Castro, “a veces se puede desencadenar por circunstancias como el dolor incidental o de forma espontánea. Este es el más frecuente y también el más difícil de tratar, porque no lo podemos tener previsto y no nos podemos adelantar a él”, ha explicado.

Aún así, tal y como apunta Escobar, “es posible evaluar y tratar el dolor irruptivo oncológico”. Además, “en los casos de dolor incidental, también es posible adelantarnos y hacer tratamiento preventivo, que es el ideal para estas situaciones”. No obstante, de Castro apunta a la necesidad de conocer el dolor irruptivo oncológico para saber identificarlo a través del perfil de dolor del paciente, además de tener bien controlado el dolor basal. En este sentido, ambos expertos han hecho hincapié en el algoritmo de Davies como una herramienta útil para definirlo.

En el contexto telemático derivado de la pandemia, la parte psicológica ha resultado “esencial” en este proceso dentro de la relación médico-paciente. Así lo ha calificado Holgado, quien ha subrayado la importancia de “escuchar al paciente”. “El dolor es un síntoma subjetivo y lo que cuenta el paciente es de lo que dispones. Para poder tratarlo, la única manera es hacer una historia clínica muy amplia”, ha indicado. De esta manera, y gracias a un seguimiento estrecho, sería posible controlar este dolor “en muchas ocasiones”.

Abordaje del dolor: retos y aspectos de mejora

El hecho de no tratar adecuadamente el dolor puede llevar a los pacientes a una mayor insatisfacción y menor calidad de vida, independientemente de la efectividad de su tratamiento. En este sentido, se ha demostrado que influye en el desarrollo de la enfermedad oncológica y, por tanto, en el bienestar del paciente. “Todo eso impacta en su situación clínica y en su evolución”, ha subrayado de Castro.

Tal y como apunta el responsable de Oncología Médica de La Paz, “si al paciente no le tratas la parte asintomática, estamos fracasando en nuestros tratamientos y estamos haciendo que no progrese en otros aspectos como la dieta, el aseo o la actividad física”. “Un mal control del dolor y un mal control del dolor irruptivo oncológico puede influir en el control de la enfermedad”, ha sentenciado.

La teleconsulta en la asistencia oncológica ha sido utilizada para maximizar la seguridad de los pacientes durante la pandemia

En este abordaje, la importancia del trabajo multidisciplinar se vuelve clave. Enfermería, por ejemplo, juega un papel fundamental dada su cercanía al paciente que no se atreve a decir que siente dolor. A este respecto, Hernández ha vuelto a subrayar lo imprescindible trabajar de manera conjunta: “No hay mejor manera de humanizar la atención en el paciente oncológico que trabajar de forma conjunta”.

Sin embargo, para poder tratarlo es necesaria formación específica, tal y como ha apuntado Escobar. Como esfuerzo adicional, ha propuesto la rotación de otras especialidades internísticas por oncología médica podría proporcionar valor agregado dentro de esta tarea instructiva. Adicionalmente, Escobar ha reseñado la importancia de contar con comités de dolor, integrados por aquellas personas puedan aportar.

Plan de Cáncer: horizonte futuro

Para de Castro, adaptar estrategias específicas para abordar el dolor en el paciente oncológico resulta algo necesario desde el punto de vista de la educación. “Los oncólogos en formación, residentes y adjuntos de los primeros años tienen que, de alguna forma, tener una formación en oncología, y dentro de la misma sobre el control diagnóstico y tratamiento del paciente con dolor”, ha indicado.

Sin embargo, la necesidad de un plan integral urge en todos los aspectos que engloba el cáncer. “La gente piensa que el paciente oncológico es un problema de la oncología médica, pero aproximadamente un 30% de los pacientes tratados en un hospital lo hacen por un problema oncológico”, ha explicado. Según de Castro, resulta así fundamental una visión multidisciplinar, “hecha de forma conjunta, consensuada y colegiada”. “El dolor ha de ser desde el principio uno de los objetivos a vigilar y tratar”, ha añadido de Castro.

Conclusiones

En opinión de Escobar, dada la situación de incertidumbre sobre la forma de tratar e interaccionar con los pacientes, los esfuerzos deben focalizarse en mantener altos estándares de calidad asistencial. Todo ello sin olvidarse de un alto estándar en la interacción y en todo lo que respecto a la relación de los profesionales con los pacientes oncológicos. Además, según Holgado, es obligado tratarlos integralmente, un objetivo que, a su juicio, se puede lograr.

No dejar a los pacientes solos y seguir manteniendo esa relación médico-paciente, es también algo fundamental para de Castro. “Se sigue viendo que se necesita esa proximidad”, ha apuntado. Asimismo, aprender de las fortalezas y debilidades proporcionadas de las tecnologías también es imprescindible para Hernández. “Es importante volver al contacto, a intentar que se transmita más y volver a la atención tal y como la hacíamos”.

En última instancia, seguir trabajando de la mano de los profesionales y retomar la formación, continuará siendo un objetivo indispensable para continuar con el buen manejo de síntomas y dolor, tal y como ha apuntado la enfermera de Vall d’Hebron.


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