Las resistencias antimicrobianas es actualmente una de las mayores amenazas para la salud mundial, la seguridad alimentaria y el desarrollo del planeta. De hecho, puede comprometer muchos avances médicos que dependen de los antibióticos, como la cirugía, la quimioterapia o el tratamiento de enfermedades crónicas.

Según el Centro Europeo para la Prevención y Control de Enfermedades (ECDC), las resistencias antimicrobianas (RAM) provocan la muerte de más de 30.000 europeos y de 700.000 personas en todo el mundo. Asimismo, la OMS advirtió que para 2050 habrá más muertes relacionadas con superbacterias resistentes que por cáncer, incluso será la principal causa del planeta.

Ante este panorama, es necesario actuar en dos ámbitos: Utilizar menos y mejor los antibióticos que ya se comercializan; hacer mucho más atractivo la investigación de nuevos antibióticos. Es decir, hoy sólo existe un camino para combatir la RAM: nuevos antibióticos eficaces y uso responsable de los existentes.

La pandemia ha mostrado que el liderazgo de la industria farmacéutica ha sido imprescindible para proporcionar las vacunas que han permitido afrontar la crisis. No obstante, los costes y el alto riesgo que implica la I+D de nuevos medicamentos chocan en el caso de los nuevos antibióticos con la necesidad por parte de las autoridades sanitarias de limitar al máximo su uso, reservándolos para los casos más complicados. Se compromete así la principal vía de retorno económico para las compañías desarrolladoras, con los que es obligado buscar nuevas fórmulas que incentiven la investigación.

Investigación de las resistencias antimicrobianas

Ante el creciente reto que esta suponiendo las RAM, las instituciones europeas y la industria farmacéutica innovadora están trabajando para encontrar soluciones. En este sentido, una investigación realizada por la consultora Charles Rives Associates publicada por la Efpia, podría allanar el camino para encontrar una solución permanente para incentivar la investigación y el desarrollo de nuevos antibióticos en la UE. En concreto, analiza la fórmula de la Extensión de la Exclusividad Transferible (ETT). Es un incentivo gracias al cual la compañía biofarmacéutica que investiga y desarrolla un nuevo antimicrobiano recibe un cupón o autorización para extender la exclusividad de comercialización de uno de sus productos en otras áreas.

Todos los medicamentos nuevos gozan de un periodo de exclusividad para que su comercialización pueda optar al retorno de lo invertido en investigación. Pasado el periodo de exclusividad, el precio del tratamiento sufre una rebaja por la entrada de competidores (genéricos o biosimilares). La EET plantea recompensar a las empresas que consigan llevar al mercado un antimicrobiano considerado de interés con un derecho transferible para extender el periodo de exclusividad de otro producto. Esta fórmula podría aplicarse por la misma compañía que desarrolló el nuevo antimicrobiano dentro de su propia cartera o ser vendido a otra empresa.

El análisis de costes y beneficios de la medida realizado por Charles River Associates demuestra los beneficios potenciales (clínicos y económicos). Asimismo, disipa los temores de que la medida resulte costosa para los Estados miembro. De hecho, el estudio muestra que generaría cientos de millones de euros de ahorro para los países de manera individual y proporciona una solución sostenible a largo plazo para revitalizar la cartera de antibióticos.

España

Uno de los países analizados por el informe es España. Se estiman beneficios clínicos valoradas en 25 millones de euros, 23 millones en productividad y hasta 327 millones por trasmisiones evitadas en la próxima década.

Entre las ventajas de la EET, los autores del informe destacan que puede implementarse a través de legislación de la UE; no requiere financiación anticipada de los gobiernos y es independiente de la situación económica y los cambios políticos en los Estados miembro; abordaría el fracaso del marco actual de incentivos al ofrecer un incentivo a la altura del reto que supone la I+D de antimicrobianos y reconocer el valor que estos productos aportan a la sociedad; apoyaría a todas las compañías farmacéuticas con independencia de su tamaño, pues serían premiadas tan pronto como el nuevo antimicrobiano recibiese aprobación regulatoria, y respeta un uso prudente de los antibióticos al desvincular la recompensa económica del número de recetas.


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