Actualmente, el estilo de vida y la dieta poco saludable están conduciendo al aumento de enfermedades no transmisibles como el hígado graso no asociado al consumo de alcohol (NAFLD, por sus siglas en inglés). La enfermedad del hígado graso afecta al 25 por ciento de los españoles; además, se prevé un aumento de su incidencia en los próximos años como consecuencia también del aumento de la obesidad y el síndrome metabólico.

Esta enfermedad es crónica y silenciosa. La grasa se acumula progresivamente en el interior del hígado a lo largo de los años en cantidades anormalmente altas. Aunque este depósito no causa ningún síntoma, puede hacer que se desarrollen enfermedades inflamatorias más graves como hepatitis, fibrosis hepática, cirrosis o cáncer de hígado.

En palabras de Rocío Aller de la Fuente, directora científica del Instituto de Endocrinología y Nutrición de Valladolid (IENVA) y miembro de la Asociación Española para el Estudio del Hígado (AEEH), “esta enfermedad es la principal causa de trasplante hepático en Estados Unidos, mientras que en España es la segunda causa y subiendo”. A este respecto añade que “además, es una de las causas más frecuentes de cáncer de hígado, incluso en pacientes que no tienen cirrosis”. En este sentido, es necesario recordar que la cirrosis hepática es el principal factor de riesgo para desarrollar carcinoma hepatocelular (el tipo de cáncer de hígado más frecuente).

Hábitos y edad

Los factores asociados al NAFLD están relacionados con el consumo de alcohol y factores genéticos y ambientales como la edad, sexo, hábitos dietéticos y estado nutricional. Aller concreta que “la NAFLD es más frecuente en personas con obesidad, diabetes tipo 2 (DM2), síndrome metabólico, hipertensión, dislipemia y obesidad central”.

En las últimas décadas, la prevalencia de la enfermedad está aumentando de forma global en paralelo al incremento progresivo de la obesidad y la diabetes en la población general. En cuanto al perfil de estos pacientes, son personas de mediana edad teniendo en cuenta que “es un factor de riesgo al tener más tiempo para progresar la enfermedad”, continúa la especialista.

Aun así, la experta apunta que hay pacientes que pueden desarrollar la enfermedad sin tener sobrepeso. Por ejemplo, debido a factores genéticos o una dieta poco saludable. Aller concluye que “a largo plazo, produce una inflamación crónica en el cuerpo y, al final, una inflamación en el hígado”.

Importancia de la prevención

Para el tratamiento del NAFLD no existe ningún tratamiento específico. Por ello, la intervención basada en la dieta mediterránea y el cambio del estilo de vida constituyen el pilar de tratamiento. Y es que, únicamente existen tratamientos para sus factores de riesgo: diabetes, síndrome metabólico, y colesterol alto.

Pero, aunque no haya tratamientos específicos sí que hay unas directrices claras para prevenir esta enfermedad. Según Aller, pasa por ” cambiar el tipo de dieta, utilizando una con patrón mediterráneo (rica en frutas, verduras, pescado azul, aceite de oliva, cereales enteros, etc.); evitar azúcares simples, bebidas azucaradas, la fructosa o grasas saturadas, hacer ejercicio físico —tanto aeróbico como anaeróbico— y evitar el sedentarismo”.

Precisamente la dieta ha demostrado ser muy eficaz. “Se ha demostrado que un 10 por ciento de pérdida de peso reduce de forma importante la fibrosis del hígado, que es la fase más avanzada de la enfermedad”, señala. También es importante prevenir el sobrepeso y la obesidad desde la edad infantil porque, como recalca la experta, “un 30 por ciento de los niños padece obesidad”.

Esta enfermedad se considera relativamente reciente debido a los patrones alimenticios actuales. Aller subraya que “ahora nuestra alimentación está llena de alimentos procesados y ultraprocesados, que pueden producir cambios en el genoma y desembocar no solo en esta enfermedad, sino en varios tipos de cáncer”.


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