C. R. Madrid | viernes, 27 de septiembre de 2019 h |

El precio es una de las principales razones que puede obstaculizar el acceso de un paciente a los nuevos medicamentos contra el cáncer. Al ayudar a identificar qué medicamentos proporcionan el mayor valor, las escalas de beneficio clínico también pueden ser una herramienta de ayuda en la toma de decisiones de precio y reembolso. Pero no están desempeñando ese papel, según han puesto de manifiesto dos estudios presentados en el Congreso ESMO que vuelven a cuestionar si las innovaciones contra el cáncer valen lo que cuestan.

Ambos trabajos analizaron si el coste por mes de los tratamientos aprobados para tumores sólidos en los últimos 10 ó 15 años ha venido asociado a puntuaciones altas de beneficio clínico. El primero analizó las aprobaciones en la UE y Estados Unidos desde 2009 a 2017. Sus resultados arrojan un importante diferencial de precios, situándose la media europea de los tratamientos con menor puntuación entre los 4.361 y los 5.273 dólares por mes en Europa, frente a los 12.400 dólares en Estados Unidos.

La investigación subraya la creciente importancia de la escala de beneficio en la práctica clínica, pero pone de manifiesto la laguna existente en el campo del precio. Según los autores, en ningún caso los niveles de precios parecían coincidir con el beneficio clínico obtenido por las escalas de ESMO y de ASCO, coexistiendo los medicamentos de altos precios que habían recibido puntuaciones bajas con otros más baratos que habían obtenido mayores puntuaciones.

El segundo de los estudios es un trabajo francés que refuerza la idea de que, si bien existe un vínculo entre el valor añadido de los nuevos medicamentos oncológicos y sus precios, éste es débil. Sus resultados concluyeron que casi la mitad de las innovaciones farmacológicas aprobadas en Europa entre 2004 y 2017 obtuvieron una baja puntuación en términos de valor añadido según la escala ESMO. Esta proporción se elevó hasta los más de dos tercios con la escala de medición que emplean el regulador galo. De media, estas innovaciones eran 2.525 euros al mes más caras que el comparador utilizado para el mismo cáncer.