“El cáncer de ovario no es de los más frecuentes, pero sí de los que precisa más capacidad de innovación”. Bajo esta premisa arrancaba Guillem Bosch, Head of Oncology de AstraZeneca España, la rueda de prensa en que se hablaba de Lynparza (olaparib) disponible ya en España para el tratamiento de cáncer de ovario con mutación BRCA.  Este fármaco se ha desarrollado bajo el paraguas de la alianza estratégica entre AstraZeneca y MSD; en palabras de Guillem, “al aunar dos compañías es más efectivo el trabajo para dar la mejor solución a los pacientes”

Mª Victoria Tornamira, directora de Asuntos Médicos de Oncología de MSD en España, explicaba en qué consiste esta indicación de olaparib. “La nueva indicación se dirige al tratamiento de mantenimiento en primera línea de cáncer de ovario avanzado con mutación de BRCA; es realmente una necesidad de las pacientes”, aseveraba.

Datos del estudio

La autorización de este producto se ha realizado en base al estudio SOLO-1; este ha contado con el mayor seguimiento en esta clase terapéutica hasta la fecha en cáncer de ovario. Los resultados mostraron, con una mediana de seguimiento a 41 meses, una reducción del 70 por ciento del riesgo de progresión de la enfermedad o muerte en comparación con placebo. A cinco años, los datos reflejan una reducción del 67 por ciento en este parámetro.

“Olaparib se plantea como un tratamiento de mantenimiento en pacientes con mutación BRCA en sus variantes, sobre todo en BRCA 1; en el estudio se evaluó que las pacientes presentasen respuesta parcial o completa, tras el tratamiento quirúrgico”, detallaba Tornamira.

Los expertos participantes en la rueda de prensa resaltaban que estos resultados son muy significativos a nivel estadístico, pero, sobre todo, a nivel clínico. Por ello, Tornamira destacaba que, además de la eficacia, los datos apuntan a que “tiene un perfil de toxicidad y tolerabilidad óptimo”.

Complejidad en el abordaje

Este tratamiento supone un gran activo en cáncer de ovario, principalmente por dos motivos relacionados entre ellos. El cáncer de ovario es la primera causa de muerte ginecológica; esto se relaciona con las dificultades relativas al diagnóstico, que hace que se detecte en estadíos avanzados de la enfermedad, sobre todo en algunos subtipos. Esta idea la explicaba Antonio González, presidente del Grupo Español de Investigación en Cáncer de Ovario (GEICO) y codirector del Departamento de Oncología en la Clínica Universitaria de Navarra (CUN). Un ejemplo de ello, precisaba, es que “el carcinoma seroso de alto grado tiene una gran tendencia a la diseminación y, cuando se detecta, esta diseminación suele estar bastante avanzada”.

González también apuntaba que “hace unos pocos años, los pilares del tratamiento en este cáncer eran dos: quimioterapia y cirugía”. “A estos se suma el tratamiento de mantenimiento. La cirugía es fundamental porque con ella, la posibilidad de supervivencia de las pacientes aumenta directamente al doble; la quimioterapia también es crucial, porque es una enfermedad muy quimiosensible, pero cuando una paciente superaba este ciclo, tenía un periodo de recuperación en el que aproximadamente el 70 por ciento de las mujeres acababa recayendo”, indicaba el experto. “Con este tratamiento de mantenimiento se previene la recaída, que es para lo que han llegado los inhibidores de PARP (Poli-ADP ribosa polimerasa)”, aseveraba González.

El cáncer epitelial de ovario está formado por cinco enfermedades; el más común, representando casi el 80 por ciento de casos es el seroso de alto grado. Siguiendo este hilo, González precisaba que “este se caracteriza por que la mitad de las pacientes tienen lo que se denomina inestabilidad genómica; esta hace que su ADN sea inestable y la paciente carezca de mecanismos para reparar ese ADN; los inhibidores de PARP se aprovechan de esta debilidad para actuar”.

Eficacia y calidad de vida

Respecto al estudio, del que González ha formado parte, destaca que es la primera vez en la historia que se hacía un estudio basado en la biología de la enfermedad, lo que supone un paso de gigante en medicina personalizada. También que, a pesar de las previsiones iniciales, se contó con un amplio número de participantes, porque supone un porcentaje representativo dentro del cáncer de ovario en general (por ejemplo, en el centro que trabaja el facultativo, el 25 por ciento de pacientes de cáncer de ovario presentaron mutación BRCA).

González definía los hallazgos del estudio -presentados a grandes rasgos por Tornamira- como un “hito histórico”. Además de la reducción de riesgo de progresión de la enfermedad, González ponía en valor que “es importante que no se ha encontrado ningún efecto adverso que no se conociera, lo que prueba que estos inhibidores se toleran muy bien”.

Por último, el experto se refería al impacto sobre la calidad de vida. “Es importante que durante los dos años que se administra el tratamiento la paciente pueda hacer vida normal; la buena noticia es que todos los estudios en este sentido han mostrado que olaparib en primera línea no deteriora la calidad de vida”, apuntaba González.

Asimismo, manifestaba que “este es el primer estudio de medicina personalizada en cáncer de ovario y corrobora como, cuando tenemos al paciente seleccionado, podemos cambiar el curso de la enfermedad y evitar recaídas en la misma”.

Retos en diagnóstico

Uno de los desafíos en la implantación de la medicina de precisión es el relativo a la precisión en el diagnóstico. Más si cabe, en casos como este donde contar con un diagnóstico detallado es crucial para el pronóstico de la enfermedad. En este sentido, González se refería al avance que se ha dado en este ámbito en el SNS. ”Antes solo se apuntaba a detectar esa mutación por situación familiar o consulta del consejo genético y el resultado de la prueba no se lograba hasta los seis meses posteriores como mínimo puesto que no se consideraba una emergencia; ahora, con la llegada de estos tratamientos se ha puesto en marcha un fast track en los hospitales, independientemente de otras variables, y para obtener un resultado rápido”, exponía. Por ello, ponía en valor los avances logrados, que contribuyen a conseguir esta información en el momento en que es relevante.

Por su parte, Guillem ponía el foco en que “a pesar de que tenemos los mecanismos para detectar estas mutaciones, no tenemos un plan concreto de biomarcadores; necesitamos que el sistema sanitario cuente con un plan establecido al respecto”. Además, Tornamira aludía a que la identificación de biomarcadores va a ser fundamental en un momento en que “se están empezando a diseñar estudios para indicaciones agnósticas, dirigidos a mutaciones en lugar de la localización del tumor, con un modelo de ‘diseño paraguas’”. La especialista concluía que  “esto va a generar una necesidad de mejorar la detección de biomarcadores puesto que la investigación clínica avanza en este sentido”.


También te puede interesar…