| domingo, 12 de abril de 2009 h |

Yolanda Martínez. Doctora en Periodismo y profesora de la UCM

Un velo de un amarillo tan vivo que parece irreal, el beso de los jóvenes protagonistas y una música envolvente. Fin de la película. Los niños se adueñan de la gran pantalla, descalzos y con harapos pero con una sonrisa que ilumina la miseria de las calles. La película es Slumdog millionaire, y recibió tantos Oscar que se nos olvida que esas barriadas de la India son tan reales como la situación sanitaria que representan. Organizaciones humanitarias aseguran que en los suburbios de Pune más de un millón y medio de personas malviven en chabolas insalubres. Mientras que en el resto del mundo, la media de población urbana asentada en barrios marginales está en el 33 por ciento, en la India el 55 por ciento de la población urbana malvive en un slum. En el cine vemos pasar la vida de unos niños que luchan por vivir. Un bonito envoltorio de un drama que casi siempre acaba en tragedia. No extraña que cuando hablamos de un slum nos referimos a asentamientos precarios sin educación, ni sanidad, ni seguridad, ni protección social, ni oportunidades de empleo, ni agua potable… Quienes trabajan en esas comunidades aseguran que las enfermedades de la piel y las pulmonías son frecuentes, que mal curadas se agravan hasta lo inverosímil.

La película ofrece escenas reales, como la de niños utilizados por redes de explotación de mendicidad, que son seleccionados por su capacidad de canto y a quienes mejor lo hacen les queman los ojos para que ingresen más limosnas. Un cantor ciego da más pena. Prefiero creer que esa dramatización en sólo una licencia cinematográfica sin base real.

Hay algo que también debe escocer las conciencias: la mortalidad infantil en los slums es de 149 por mil menores de cinco años. En los casos en los que existen letrinas, la media es de una por cada 27 chabolas. El 40 de los niños por ciento sufre malnutrición severa. Desde el punto de vista farmacéutico hay que recordar que el 20 por ciento de las medicinas que se venden en la India son falsificaciones, un negocio de unos 700 millones de euros en 2008. Que aproximadamente el 35 por ciento de los fármacos fraudulentos que se venden en todo el mundo proviene de factorías ilegales indias y que el 60 por ciento de las medicinas indias copiadas carece de los ingredientes activos necesarios: un 19 por ciento tiene compuestos erróneos y un 16 por ciento contiene sustancias dañinas o inapropiadas.

Una panoplia de desgracias sobrevenidas en un país hermoso, con realidades contradictorias y que debe despertar conciencias que le otorguen más que Oscar en una glamurosa e irreal velada.