Yolanda Martínez, doctora en Periodismo y Profesora de la UCM
Dos ranas conversaban sobre la suerte que tenían por pertenecer a su especie, mientras se compadecían del biólogo que se dedicaba a estudiarlas. Se vanagloriaban de ‘ver pasar’ a muchos biólogos, mientras que ellas ‘permanecían’. La fábula es una forma de explicar la causa por la que las sociedades son capaces de no ver afectadas sus costumbres a pesar de algunas iniciativas tan legales como absurdas por parte de sus gobernantes.
El aforismo ‘si funciona bien, no tocar’ debería ser suficiente freno para que los políticos resistieran la tentación de intervenir en esos sectores, ante la posibilidad de que cualquier ajuste se traduzca en una disfunción. Pero no hay nada más claro que el caldo de un asilo, ni que un político sólo ve cubiertas sus aspiraciones cuando se aplica en arreglar algo, que en muchos casos no está estropeado. No hace falta más que mirar a nuestro entorno para ver que las ansias de la UE en modificar normas con la excusa de desregularizar profesiones. O lo que es lo mismo, liberalizarlas puede tener consecuencias negativas en los sistemas sanitarios. Habría que pensar si no es incongruente querer luchar contra los corsés establecidos en aras de la liberalización interviniendo en los sistemas. Pero si ley y justicia no significan lo mismo, tampoco son homólogas lógica y política.
La herencia de la costumbre reporta beneficios sociales cuando son los valores los que dan lugar a los usos sociales, y los que impregnan las regulaciones y no a la inversa. Por eso es lógico pensar que si nuestro sistema sanitario, que implica un modelo farmacéutico, no genera disfunciones, no hay motivo sanitario para modificarlo. Es probable que el valor esencial de la prestación sanitaria sea lo que menos importe en Bruselas. Y no nos engañemos, los lobbies sectoriales son más potentes si hablamos de los modelos empresariales mayoristas y trasnacionales que si lo hacemos de las estructuras minoristas.
Y ahí estamos. Esperando un procedimiento con fin desregulador, pero que quiere regular interfiriendo modelos farmacéuticos que funcionan. Y además con la voluntad de liberalizar por decreto las profesiones, sanitarias o no, sin importar las consecuencias que para la prestación de los cuidados a los ciudadanos puedan tener las decisiones. Habrá que volver la mirada a la charca y esperar a que los biólogos de la UE pasen y las ranas permanezcamos indemnes.