| domingo, 19 de abril de 2009 h |

Yolanda Martínez Doctora en Periodismo y profesora de la UCM

Primer miércoles tras Semana Santa. Dos reuniones, ambas convocadas por ministras del remodelado Gobierno. Una la del Consejo Territorial de Dependencia, en la sede del Ministerio de Sanidad y Política Social. La otra reúne al Consejo General de Ciencia y Tecnología, en un hotel, presidida por la ministra de Ciencia e Innovación. En la primera no se habla de Sanidad. En la segunda, muchos rostros sanitarios autonómicos. Estrenamos nueva época en la política sanitaria.

Doy mucho valor a las palabras, porque rotulan realidades, pero procuro comprobar si los gestos las acompañan. Algo así me ha hecho desconfiar de quienes dicen sí con la boca y no con la cabeza. Por ello, me llama la atención que un Consejo General presidido por Cristina Garmendia se celebre en un hotel y no en una sede del Gobierno. O que el Ministerio de Sanidad sirva para celebrar, como primer acto oficial de Trinidad Jiménez, el impulso de la Ley de Dependencia. Es imprescindible apostar por políticas socio-asistenciales, pero es sintomático que no se haya hecho simultáneamente con la convocatoria del Consejo Interterritorial de Salud, que debería servir para más, aunque… la finalización de la asunción de las competencias por las CC.AA. se hizo mal.

Toca deshojar la margarita del sí quiero o no quiero Sanidad, de ver cómo se estructura el organigrama del ministerio y de cómo recibe el sector sanitario la percepción de poder que emana de los departamentos de Garmendia y Jiménez. Van a ser meses complejos. Imagino el desconcierto de las organizaciones del sector sanitario para identificar cuál será el siguiente movimiento a planear. Hay cosas que, como el acné juvenil, sólo las cura el tiempo.

Hay que reconocer que si no fuera porque nos jugamos mucho en el SNS, lo que ha acontecido en Sanidad da para un guión de cine. Empezando por el momento elegido, la Semana de Pasión, y el comienzo real de la andadura, el lunes de Pascua. Nuestra lengua suele aprovechar un mismo vocablo con intenciones opuestas. Pascua, sirve para fastidiar: “hacer la…”. O para expresar alborozo: “estoy como unas …”. Esta palabra procede del hebreo pesach (tránsito), y conmemora la salida de Egipto de los israelitas y la vuelta a la tierra prometida tras haber ajusticiado a los herederos egipcios. No sé si el transito emprendido será o no feliz en clave sanitaria, pero habrá más gente que crea que se le ha hecho la pascua al sector, que la que esté como unas pascuas. No sé si el próximo barómetro sanitario podrá darnos la respuesta, porque a lo mejor ni se hace.