Las proyecciones de gasto sanitario se sitúan en España en ‘zona crítica’ para 2030

Un estudio de La Caixa aconseja al Gobierno que deje de actuar sobre los precios

| 2010-11-26T16:01:00+01:00 h |

carlos b. rodríguez

Madrid

El problema del sector público es complejo. Por un lado, debe recompensar a la industria farmacéutica con unos precios suficientemente elevados. Por otro, debe garantizar que los ciudadanos pagan un precio suficientemente bajo. Y por último, debe conseguir todo eso y, a la vez, mantener el rigor presupuestario. ¿Basta el marco regulatorio actual para alcanzar estos tres objetivos? La respuesta es que no siempre, según un informe de La Caixa que aconseja al Gobierno salir de una espiral de bajadas directas de precios, que sólo funciona a corto plazo, y encontrar “otra receta para combatir el dolor de cabeza que genera el gasto farmacéutico”. Descartado un recorte de prestaciones, que no es “socialmente aceptable”, sus autores creen que la conclusión se dirige, de nuevo, al copago en el SNS.

La razón es que dentro de unos años el sistema será insostenible, debido en parte a la incorporación de nuevas tecnologías y el aumento del nivel de vida, pero sobre todo debido al envejecimiento poblacional. Las estadísticas de Eurostat ponen de manifiesto la brecha que va a empezar a abrirse entre España y el resto de sus socios comunitarios. Tendrá 52 millones de habitantes en 2060, de los cuales un tercio contará con más de 65 años y un 14 por ciento con más de 80. Hoy, esos porcentajes rondan el 17 y el 5 por ciento.

El aspecto positivo dibuja, por tanto, un país que prosperará en términos de esperanza de vida, pero que debe empezar a garantizar que esos años de vida ganados se vivirán, además, en salud. Se da por supuesto que el gasto sanitario público y privado tendrá que crecer, pero en la UE no todos los Estados lo harán por igual.

A este respecto, según las proyecciones de un reciente estudio europeo, el gasto sanitario en la UE en su conjunto crecería 1,7 puntos, con lo que pasaría del 6,7 por ciento del PIB en 2007 al 8,2 por ciento en 2060. España, en cambio, crecería un 1,7 por ciento, desde el 5,5 hasta el 7,2 entre 2007 y 2060.

Copago por renta y salud

Pero el futuro no se salvará únicamente con más recursos público-privados. Serán necesarias también “fórmulas que aseguran su correcta utilización por parte de los pacientes, los profesionales y gestores, con el menor impacto sobre la salud”. Y ésta es una decisión que no puede esperar más. Las proyecciones indican que se deberá actuar con prontitud para evitar llegar sin margen de maniobra al periodo más crítico, previsto para la década 2030-2040.

Buena parte de la ineficiencia en el gasto sanitario español viene generada, según señalan los autores, “porque los usuarios no perciben su coste”. La frecuencia de visitas al médico (ver gráfico) es comparativamente elevada en España, lo que denota una posible hiperfrecuentación en los servicios. Al mismo tiempo, el gasto farmacéutico per cápita supera al de otros países avanzados. Una posibilidad para revertir esta tendencia sería la introducción de fórmulas de copago o la elaboración de programas destinados a concienciar a la población del coste real del servicio, algo en lo que el SNS ya se ha puesto manos a la obra.

No ha ocurrido lo mismo con la coparticipación del usuario, sobre el cual existen muchas disyuntivas que no pasan desapercibidas en el documento de La Caixa. Precisamente por ello, insta a que el debate del copago responda a tres preguntas. Primero, ¿a qué servicios y medicamentos? Segundo, ¿a quién? Tercero, ¿cómo? De los resultados internacionales consultados, que resaltan que un mayor copago no se traduce en una peor salud salvo para pacientes de alto riesgo y los más pobres, se deduce que, en caso de introducir copago en España, éste debería tener en cuenta la renta y el estado de salud de los pacientes.

Más allá del copago, la receta que el informe recomienda al Ejecutivo pasa por establecer mayores incentivos a los médicos, por una mayor competencia vía precios entre farmacias y por establecer criterios claros de efectividad terapéutica en las decisiones de financiación. “Sin estas modificaciones —concluye el trabajo—, cualquier intervención sobre los precios corre el riesgo de convertirse en un simple alivio pasajero de los síntomas”.