Las conductas que más nos perjudican proceden de una falta de educación en salud
| 2009-08-30T18:00:00+02:00 h |

Antonio González

es periodista del diario ‘Público’

No me he podido resistir. Ya sé que es un recurso manido para iniciar un artículo sobre un asunto en particular, y ya no digamos para comenzar una presentación o una conferencia, pero esta vez he decidido sumarme a la corriente general y recurrir a Google para buscar datos cuantitativos acerca de la cuestión que ocupa estas líneas: el supuesto impacto sobre la salud de niños y adultos de los videojuegos. La primera búsqueda asusta, ya que el popular buscador de Internet, que se está convirtiendo en todo un Gran Hermano para los internautas, arroja más de 300 millones de enlaces cuando se le pregunta acerca de una supuesta vinculación entre el consumo de videojuegos y sus riesgos para la salud. La cuestión no es baladí, si tenemos en cuenta que la industria del videojuego mueve un mercado mayor en España que el del cine y la música juntos, aunque poca gente lo sepa. Los videojuegos avanzan a pasos agigantados y se han convertido ya en la primera opción de ocio para muchos adultos. Es decir, que quien crea que son sólo para niños va desencaminado. Como ocurre con todo producto que es objeto de un consumo masivo, muchos se preguntan hasta qué punto los videojuegos pueden tener consecuencias, más o menos directas, sobre la salud física o mental.

Como suele ocurrir con Internet, al recurrir a fuentes más especializadas obtenemos una versión más ajustada a la realidad. Así, vemos que Pubmed recoge tan sólo unas 300 investigaciones que traten sobre esta materia. Pero también aquí hay que matizar más, ya que hay estudios de muy diverso pelaje y condición: tenemos desde un trabajo que asegura con lógica aplastante que los videojuegos activos (como los de la Wii) incrementan el gasto energético (¿acaso alguien pensaba lo contrario?), hasta otro que concluye que jugar a algunos otros aumenta la destreza visual o que estar muchas horas frente a la pantalla dándole al mando eleva las posibilidades de sufrir sobrepeso. La última de estas investigaciones, un trabajo de las universidades de Michigan y Emory que ha sido publicado en las últimas semanas, indica que los videojuegos no sólo afectan a la salud, sino que lo hacen de forma distinta según se trate de varones o mujeres, siendo éstas más propensas a sufrir depresión por tan nociva afición y aquéllos a convertirse en obesos.

Pero por muy sólidos que parezcan estos estudios, hay veces que hace falta recurrir al sentido común. Demonizar los videojuegos, aparte de inútil, resulta injusto. Las conductas que más nos perjudican, lejos de ser causadas por oscuras estrategias de una industria que sólo quiere consumidores adocenados, proceden simplemente de una falta de educación en salud, una materia que sigue siendo una de las principales asignaturas pendientes de las sociedades desarrolladas.