El departamento de Leire Pajín opta por supercherías, juegos florales y humo mediático
| 2011-05-20T16:16:00+02:00 h |

Sergio Alonso es redactor jefe de ‘La Razón’

Farmaindustria, Fenin, FEFE, el Consejo General de Colegios Oficiales de Farmacéuticos, Fedifar, Aeseg, Anefp… Mientras el sector entero se desgañita lamentando la falta de liderazgo del Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero y su incapacidad manifiesta para meter en vereda a las arruinadas autonomías, el Ministerio de Sanidad se ha descolgado justo una semana antes de los comicios con una ley de muerte digna a la que encima le ha cambiado el nombre, y en la que se consagra el derecho del paciente a fallecer en una habitación individual tras recibir sedación terminal. Lamentable, porque no existía demanda social alguna de tal norma. Lamentable, porque el Ejecutivo trata de paso de abonar el terreno para una futura legalización de la eutanasia. Lamentable, porque una vez más el departamento de Leire Pajín opta por las supercherías, los juegos florales, el humo mediático y la pseudoingeniería social, en lugar de dedicarse a lo realmente importante en estos momentos, que es frenar la bola de nieve de la bancarrota. Y lamentable, porque a este paso, vistas las cuentas de las comunidades, la evolución de los principales datos macroeconómicos y la sangría en forma de gasto, los pacientes no tendrán ni siquiera habitaciones para alojarse durante sus ingresos o se quedarán sin médicos que les atiendan en los hospitales, ante la angustiosa falta de fondos que hay en el sistema.

Mientras España se parte en 17 feudos y se enreda en una maraña de leyes dispares que hacen saltar por los aires la unidad de mercado, provocando la deslocalización, el paro y la miseria, el ministerio de Pajín se dedica al chalaneo y a intentar captar para el partido unos votos que huyen en masa del PSOE ante el goteo del desempleo, la sombra de nuevos recortes y el hastío de unas políticas que son de todo menos sociales. Resulta increíble que, a estas alturas, y con la que está cayendo, Sanidad haga perder el tiempo a sus funcionarios en la elaboración de normas vacuas e innecesarias, mientras el sector y las comunidades autónomas se desangran, y no convoque de forma urgente, por ejemplo, un pleno monográfico del Consejo Interterritorial de Salud sobre la bancarrota. Pero, con todo, lo más increíble, si cabe, es que los ciudadanos tengan encima que pagar tal despilfarro de recursos públicos.

La ministra de Sanidad y sus lugartenientes siguen sin coger por los cuernos el toro de la crisis y, en su lugar, prefieren mirar al tendido y saludar a la concurrencia. Su objetivo es salir del ruedo sin mojarse: en vez de tanta salud sexual, preservativos gratis y sedaciones terminales, lo que la Sanidad española necesita es un plan de rescate urgente, atrevido y valiente. De lo contrario, los 15.000 millones de euros de déficit, la presión del gasto, la insuficiencia atávica de recursos y el perverso modelo de financiación vigente harán que estalle por los aires. ¿Por qué no se pone a ello el Ministerio de Sanidad? Porque los actuales altos cargos de ese departamento no quieren quemarse y optan por traspasar tan arduo trabajo a sus sucesores. Así de mezquina es la política que tenemos en España.

Preguntas sin respuesta

¿Qué líder de una conocida patronal está que brama con el Ministerio de Sanidad y su falta de liderazgo ante la crisis?

¿Qué líder de un Consejo General ha frenado un duro golpe para sus representados en Moncloa de forma callada e inteligente, en lo que se refiere a una ley que se aprobará en semanas?

¿Por qué no ejerce Sanidad su liderazgo ante Andalucía y frena el atropello que va a cometer María Jesús Montero?

¿Qué alto cargo de Sanidad se jacta de haberse librado de la guerra desatada en torno a Mariano Barbacid, gracias al traspaso del CNIO y el Carlos III al Ministerio de Ciencia? ¿Quién dijo en el ministerio: “Que este marrón se lo coma ahora Garmendia”?