Sergio Alonso es redactor jefe de ‘La Razón’ Aunque las medidas expuestas en el Pleno del Consejo Interterritorial de Salud son un buen punto de partida, la situación es tan dramática y los riesgos de quiebra tan evidentes, que es preciso que el Ministerio de Sanidad no se detenga en el terreno farmacéutico y complete en tiempo récord un plan integral de ahorro capaz de dar oxígeno a las consejerías, reconducir el gasto por una senda sostenible y sobrellevar la situación hasta que el PIB repunte y aumente la recaudación pública. Los terrenos a explorar son múltiples, y urge acometerlos con celeridad. Sanidad y autonomías deben empezar por reducir la estructura burocrática que emplean para prestar asistencia a los ciudadanos. Resulta imprescindible acometer una drástica reducción del número de altos cargos, dietas, coches oficiales y estructuras arcaicas, como las direcciones provinciales que tanta mano tienen en Andalucía. Hay que eliminar órganos duplicados como las agencias de evaluación, órganos de alimentación y hasta escuelas de salud pública, pues el dinero público no está para financiar ideología ni adoctrinar a los sanitarios. Reducida esta nómina, es hora de erradicar absurdos, meter la tijera al despilfarro y poner coto a las irracionalidades. ¿Tiene sentido que Asturias destine cientos de millones a poner en funcionamiento el mayor hospital de España, cuando es una comunidad básicamente rural con población dispersa? ¿Tiene sentido que Toledo cuente con otro hospital que hará sombra al anterior, dada la proximidad con Madrid y la gran extensión de la autonomía en el que se ubicará el centro? ¿Tiene sentido que Cataluña mantenga su estructura burocrática de fundaciones, consorcios y equipos autogestionarios, con todo el séquito de altos cargos que lleva aparejada? El Gobierno ha de coger también el toro por los cuernos de la racionalización del personal, con el apoyo de las consejerías. Hay que modificar el régimen estatutario para impedir despropósitos como los de Madrid, en donde la consejería tiene que pagar especialistas a precio de oro para los nuevos hospitales, mientras decenas de médicos de la misma rama permanecen en centros ya existentes porque no se les puede trasladar. Hay que poner también coto a la duplicidad de pruebas generadas por primaria y especializada, y hay que atajar el absentismo injustificado. Igualmente, conviene poner en marcha un plan para aprovechar la infraestructura que permanece ociosa en horario vespertino y los fines de semana. En el terreno farmacéutico, Sanidad puede y debe obtener mayores servicios de las farmacias, y pagar en plazos más raudos a los proveedores. Dicho esto, el Gobierno tiene que implementar medidas de ahorro estables por el lado de la oferta y de la demanda: desde aumentar el copago hasta un ‘medicamentazo’ de productos baratos, pasando por una suerte de ‘cataloguiño’ que lleve aparejada la eliminación de la prescripción por principio activo. Y hay que poner coto a la entrada de productos ineficaces. Su llegada al mercado dilatará aún más, a la larga, el pago a sus fabricantes. El plan integral de ahorro debe ser radical, urgente, y sin humo. Ni unidosis, ni centrales ni gaitas. Medidas reales. | viernes, 24 de febrero de 2012 h |

El plan de ahorro ha de ser radical y urgente. Ni unidosis, ni centrales ni gaitas. Medidas reales

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¿A qué compañía ha contratado la patronal para poder tener acceso a Esperanza Aguirre?

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