A Peña le toca ahora lograr la unión en la profesión y frenar la ofensiva liberalizadora
| 2009-05-17T18:00:00+02:00 h |

Sergio Alonso es redactor jefe de ‘La Razón’

Pedro Capilla, el eterno presidente de los farmacéuticos españoles, ha dicho adiós. Y lo ha hecho por la puerta grande, cediéndole el puesto a su leal escudera y excelente profesional Carmen Peña. Resulta difícil para quien esto escribe efectuar un balance del ya ex presidente del Consejo General de Colegios Oficiales de Farmacéuticos, porque es complicado imaginar su ausencia de esta corporación de derecho público, en la que ha trabajado más de 40 años. Recuerdo que con él mantuve mil cuitas y divergencias, y que algunas le llegaron realmente a enfadar. Cuestioné, por ejemplo, la aparente pasividad de su equipo ante los recortes de márgenes que aplicaron los gobiernos del PP y ante la subsistencia del trasnochado y anacrónico Real Decreto 5/2000. También critiqué mucho su presencia en la famosa foto de la encomienda de gestión con Elena Salgado y Emilio Moraleda, y lamenté más de una vez la imagen de desunión que ha trasladado la farmacia a las autoridades por culpa de mezquinas guerras colegiales y empresariales. Hoy, a toro pasado, y efectuando un análisis en perspectiva, he de reconocer que, posiblemente, me excedí. Más allá de errores puntuales cuya apreciación, en todo caso, es subjetiva, la gestión de Capilla al frente del Consejo General no puede calificarse más que con una palabra: ejemplar. Al igual que su bien escogida sucesora, Capilla reunía tres cualidades que no suelen darse en los presidentes de otras corporaciones o colegios profesionales que operan en la sanidad, y en ellas se encierra la clave de su éxito global: honestidad, integridad y profesionalidad.

El resultado de estos 40 años está hoy a la vista de todos: las farmacias son, posiblemente, el servicio sanitario mejor valorado por los ciudadanos y un modelo al que tratan de imitar numerosos países extranjeros. Pero el éxito de Capilla debe concretarse mejor en lo que no se ve. La oscura y no siempre publicitada labor que desempeñó ante ministerios de distinto signo han hecho posible, sin duda, que el margen con el que operan las boticas no sea hoy menor, y que la distribución farmacéutica española no haya caído presa de laboratorios y multinacionales ávidos de hacer negocio. Capilla ha introducido también a las farmacias españolas en la modernidad, y ha sentado las bases de la atención farmacéutica ante la mirada átona y vacía de la Organización Médica Colegial (OMC). Se va un hombre de abnegado sacrificio por y para la farmacia, que merece sin duda un reconocimiento público, y deja en su lugar a su más brillante alumna, Peña, a la que se le presentan retos, si cabe, mayores que los que tuvo que afrontar su antecesor.

De la que hasta ahora ha sido secretaria general del Consejo dependerá en este momento, por ejemplo, cerrar todas las fisuras que existen en la profesión y orquestar una unidad entre colegios, patronales y distribuidoras, sin precedentes en todo el sector. También a ella le tocará bailar con la más fea y frenar la ofensiva liberalizadora que llega desde Europa. Nadie dude de que si alguien es capaz de sortear ambos escollos, sin duda, es la nueva presidenta del Consejo General.

¿Cuántos laboratorios temen que el Gobierno haga oídos sordos a la oferta de pacto lanzada por Farmaindustria, y reanude las reducciones unilaterales de precios de algunos medicamentos, hasta situarlos en el nivel más bajo de Europa? ¿Cuántos laboratorios se vieron afectados por dichos recortes antes de que se hiciera público el pacto?

Qué directivo de una correduría de seguros hace ostentación ridícula de poder y señala a los trabajadores en el Colegio de Médicos de Madrid?

¿Cuántos trabajadores de este colegio han recibido subidas de sueldo de hasta 500 euros? ¿Cuántos no las han recibido? ¿Por qué?

¿Qué consejero de Sanidad está molesto con la situación política de su comunidad y estaría dispuesto a dejar el cargo y adentrarse en el sector?