Sergio Alonso es redactor jefe de ‘La Razón’ | viernes, 04 de mayo de 2012 h |

Ana Mato no ha terminado de rodearse en el ministerio de un equipo dotado para las grandes gestas

¿Llegó Mato a poner su cargo sobre la mesa de Rajoy ante los intentos de Montoro de que endureciera los recortes sanitarios?

¿Qué patronal da ya por hecho que ninguna autonomía pagará este año las compras que haga, pese a ponerse el marcador a cero con el crédito del Gobierno?

¿Qué bancos están ofreciendo a los proveedores y laboratorios más faltos de cash un descuento de las facturas pendientes a un coste del 5 por ciento anual?

¿Qué comunidad se plantea ahorrar 800 millones extra en educación y Sanidad, y tiene ya listas las normativas que permitirían tal recorte?

La primera de las múltiples acometidas contra el gasto que a la vista de la agudización de la crisis económica va a emprender obligatoriamente Sanidad esta legislatura, arroja ya algunas lecciones. La primera es la tendencia mostrada por Ana Mato a quedarse corta, aunque tenga incluso que echarle un pulso a Cristóbal Montoro, partidario de medidas mucho más severas de ahorro, como buen ministro de Hacienda. En el primer enfrentamiento entre ambos, la titular sanitaria ha salido victoriosa, pero ha quemado gran parte de sus naves cuando apenas se ha iniciado la carrera por acortar el déficit. ¿Qué ocurrirá a la vuelta de unos meses? No parece probable que Montoro se doblegue de nuevo. La segunda lección es que a pesar de resistirse a las presiones del área económica del Gobierno, y a la estadística que confirma que la Sanidad acumula una deuda de 16.000 millones que sigue creciendo, la ministra ha quedado también tocada ante el sector. Desde luego, apenas caben más críticas para tan parcas iniciativas en tan poco tiempo. Como llueve sobre mojado, los agentes sanitarios desconfían de la nueva regulación y temen que, tras ella, lleguen otras más. Es lógico: el decreto de la polémica incorpora algunas reformas estructurales, pero lo hace de forma tibia y no disipa la imagen de arbitrariedad que infunden los sucesivos gobiernos españoles en el extranjero con su batiburrillo de legislaciones.

La tercera conclusión es que Pilar Farjas puede ser un excelente parachoques para Mato, pero también un foco capaz de incendiarle el ministerio en cuanto se caldeen un poco más los ánimos. Desde luego, la norma no ha permitido a la ex consejera de Sanidad de Galicia reconciliarse con el sector, sino más bien todo lo contrario. Los laboratorios, que se la tenían jurada por el cataloguiño, le atribuyen ahora todo lo lesivo para sus intereses que incluye la norma. Las farmacias, por su parte, ya saben que Farjas no acudirá en su rescate. Y los profesionales empiezan también a identificarla con un régimen laboral que les asusta pese a que apenas ha quedado insinuado en el texto legal. Tampoco ha salido indemne la ministra ante la ciudadanía. Aunque una amplia mayoría de la población entiende que son necesarios sacrificios para salir del atolladero en el que el PSOE ha sumido al país, lo cierto y verdad es que su ministerio no ha sabido contrarrestar la fuerte propaganda de este partido. Pese a lo razonables y hasta escasos que resultan los cambios introducidos en el copago, y el nuevo medicamentazo en ciernes, ha comenzado a extenderse entre la ciudadanía la especie de que el PP obligará a los jubilados a pagarse sus medicinas. Nada más falso, pero ya se sabe que una mentira mil veces repetida acaba convirtiéndose en una verdad. Y la última lección que puede extraerse es que Mato no ha terminado de rodearse de un equipo dotado para las grandes gestas. Ni las legislativas, ni las sanitarias, a la vista de los vacíos que se ven en el decreto, y de los temores fundados de que los extranjeros puedan circular libremente con enfermedades venéreas o incluso el sida, sin tener derecho por ello a la atención médica.