Sergio Alonso es redactor jefe de ‘La Razón’
El déficit está desbocado. Las comunidades acumulan una deuda récord de 121.420 millones en el primer trimestre, y Europa sigue con el aliento puesto sobre nuestro país, temerosa de que el desastre español termine de zarandear las cuentas comunitarias después de la tragedia griega. Así las cosas, la industria farmacéutica anda estos días echando cuentas y haciendo cábalas sobre cuándo le llegará de nuevo el tiro de gracia, y sobre cuál sería la mejor estrategia para esquivarlo. Las posturas son diversas. Casi tantas como las conversaciones telefónicas y personales que mantienen muchos presidentes asentados en España, mientras miran de reojo, con recelo, a sus matrices europeas o americanas, con miedo a perder el puesto. La unanimidad es casi total en un punto: tarde o temprano habrá nuevos recortes, y afectarán a la industria de producción de medicamentos. A partir de aquí, todo cábalas y teorías, dudas, conjeturas y estrategias.
Unos piensan que hay que ganar tiempo y trabajarse bien al principal partido de la oposición, pues será él el que a la vuelta de unos meses lleve las riendas del país y el que aplique el ‘tijeretazo’ que saque a España del atolladero. Los que así opinan, sostienen que hay que volcarse con Ana Pastor y con Soraya Sáenz de Santamaría, con María Dolores de Cospedal y con Santiago Cervera, por si Mariano Rajoy le recompensa por su dura aventura navarra. Incluso con Luis de Guindos, cuyo nombre suena para Economía o para Sanidad. Los partidarios de esta línea de defensa creen que José Martínez Olmos es ya un hombre amortizado, y que no merece la pena hacer más esfuerzos con él. Otros, en cambio, creen que no hay que desdeñar el buen trato al PSOE, pues tal y como está el partido, descabezado y a la deriva, no sería extraño que los que aún ocupan la jerarquía, empezando por Elena Salgado, apostaran por la teoría del perdidos al río y prefirieran dar una estocada a las empresas antes que a los ciudadanos, con el fin de calmar los ánimos de Europa y mejorar artificialmente las cuentas.
Los hay también contrarios a esperar y que defienden la necesidad de anticiparse a los acontecimientos. ¿El argumento? Que la industria podría ofrecer ahora algún sacrificio voluntario que desactive después cualquier ‘decretazo’ más severo. Los que así piensan resaltan la importancia de vincular la aportación que se hiciera a la paralización de medidas unilaterales de recorte que implantan las autonomías. El temor que tienen es que ven muy débil al Ministerio de Sanidad, dudan de su capacidad de liderazgo y recelan de que una iniciativa de este tipo vaya a blindarles en el futuro. Alguno, incluso, sugiere una teoría maquiavélica y muy peculiar. Como la estocada va a llegar, convendría configurarla de tal manera que, a la larga, fuera Europa la que decidiera frenarla. La idea consiste en sugerir de forma discreta a las autoridades del Gobierno que apliquen una bajada de precios que produzca un efecto dominó en Europa. Obviamente, Angela Merkel pondría el grito en el cielo al resultar afectadas las empresas alemanas. Sería una buena estratagema, aunque arriesgada. Un órdago a la grande.
Preguntas sin respuesta
¿Cómo es posible que no fuera nadie de la Consejería de Sanidad de Madrid a arropar a Manuel Molina durante el acto de ‘investidura’ de su rival socialista en la alcaldía de Fuenlabrada?
¿Qué presidente de una compañía fue llamado al orden por su matriz a la vista de los resultados que ha cosechado en el primer trimestre?
¿Qué presidente autonómico del PP es partidario de meter un severo golpe a la industria farmacéutica por los coqueteos de algunos de sus representantes con el PSOE en los últimos años?
¿Qué correduría investigada por las fuerzas del orden público estudia regularizar la difusión de un panfleto para difamar a todos aquellos que la critican?