Sergio Alonso es redactor jefe de ‘La Razón’
El mismo fin de semana que Leire Pajín, ajena a todo, disfrutaba de las instalaciones del Lazareto, varios consejeros de Salud de la nueva hornada se devanaban los sesos dentro de sus recién estrenadas sedes buscando fórmulas para salvar los cinco meses que aún restan para que concluya el ejercicio sin contar con fondos para ello. El paralelismo ejemplifica de forma perfecta el estado de la situación sanitaria en España: mientras el ministerio insiste en negar la crisis y se dedica a chapucear en medio de un calor abrumador, los consejeros aterrizados en sus autonomías empiezan a abrasarse en él, cada vez más conscientes del drama que les han legado sus antecesores y las autoridades de la Administración Central. Como decía Esperanza Aguirre, “no hay un puto euro”. Pero no solamente en Madrid. No lo hay en la capital, ni en Galicia, ni en Castilla-La Mancha, ni en Cataluña, ni en la Andalucía de la altiva María Jesús Montero, ni en Baleares, donde acudió Pajín a disfrutar de dos días de descanso en una residencia pública. Y cuando se dice que no lo hay, es que no lo hay: en breve, varios feudos no podrán pagar las nóminas a los sanitarios, de la misma forma que no pueden pagar ya a las farmacias, ni a los proveedores, ni a nadie. ¡Vaya herencia!
Resulta llamativo que ante este más que negro panorama, que deja la sanidad en manos de los denostados bancos y sus créditos, el mismo Gobierno que tanto los critica siga aplicando su política de juegos florales. Y llama más la atención que todavía atice a los que les ríen las gracias contra los gestores que tratan de innovar en medio de la nada y reinventarse sobre la marcha el sistema para evitar que estalle. Puede que no gusten, pero las fórmulas que llegan son muy necesarias, ya que nadie se cree que estando las cuentas como están, ni Alfredo Pérez Rubalcaba ni el PP puedan poner un euro más para la sanidad pública en 2012. Ni 8.000 millones, ni 5.000. Simplemente, porque no los hay.
Por eso, conviene prestar atención a las iniciativas que surgen de forma improvisada ante la inactividad del ministerio. Interesante resulta, por ejemplo, el esquema distribuidor de productos sanitarios implantado por Ramón Luis Valcárcel en Murcia con el auxilio de Hefame. El ahorro para las arcas públicas resulta cuantioso. También lo es la renuncia de Boi Ruiz y de CiU a mantener el Instituto Catalán de la Salud (ICS), y su apuesta por dotar de autonomía a los hospitales que estaban bajo su paraguas: de entrada, podrán mover con más facilidad dinero entre capítulos, y tapar los agujeros existentes en alguno de ellos con los excedentes obtenidos en otro. A continuación, podrían intercambiar profesionales entre los centros, lo que permitiría desplazar especialistas sobrantes en varios a otros en los que hay carestía, ahorrando en contrataciones innecesarias. Lo que venga después ya se verá, pues también hay que tener en cuenta que nadie da puntadas sin hilo. E interesante es la apuesta de Rafael Bengoa en el País Vasco: puede que transformar el sistema para enfocarlo hacia los enfermos crónicos no ahorre ahora, pero sí lo hará en el futuro.
Preguntas sin respuesta
¿Por qué tardó tanto Sanidad en mostrar la factura de la estancia de Pajín en el Lazareto? ¿Pagó la ministra en metálico o con tarjeta?
¿Qué ‘dircom’ ha sido determinante en la superación silenciosa de la mayor crisis que ha sufrido su empresa desde 1996?
¿Qué consejero del PSOE trata de desmarcarse del ministerio y no duda en criticar a sus altos cargos ante homólogos suyos del PP?
¿Qué ‘tapado’ muy del gusto de Soraya Sáenz de Santamaría puede dar la sorpresa sanitaria en un hipotético Gobierno del PP?
¿Qué alto cargo del ministerio suele desayunar cerca del barrio de Salamanca mientras su coche oficial le espera en la acera?