Sergio Alonso es redactor jefe de ‘La Razón’
El negro panorama económico que se cierne sobre España, con un desajuste presupuestario palpable en todas las administraciones públicas y una presión casi sin precedentes de los especuladores en los mercados, no augura nada bueno para la Sanidad. Lo lógico es que en 2012 haya menos fondos aún que este año para atender a un número mayor de pacientes, con un lógico aumento de los gastos inducido por el alza de la inflación. El escenario aboca a una saturación considerable de los centros sanitarios, como auguraron el consejero Boi Ruiz y su equipo en Cataluña antes de las autonómicas, y a un incremento notable de las listas de espera diagnósticas y quirúrgicas en la mayor parte de las especialidades. Ante este panorama desolador, resulta absurdo y anacrónico denostar a la sanidad privada, porque sólo ella puede proporcionar a la pública el oxígeno que ha perdido por culpa de la angustiosa falta de fondos procedentes de las administraciones. El IDIS, ente abstracto ideado por el admirable Juan Abarca para colmar un vacío que había en el sector y resaltar el valor intrínseco del mismo ante la sociedad, proporciona interesantes argumentos al respecto. Por ejemplo, el modelo actual, sin incentivos, libera de 7,6 millones de asegurados a la red pública. ¿Se imagina alguien si todos estos pacientes acudieran en tromba a los hospitales y centros de salud de sus comunidades en demanda de asistencia? Ocurría lo mismo, pero a gran escala, que si se diluyeran Muface, Mugeju o Isfas, como barajó el Gobierno: las deterioradas costuras del Sistema Nacional de Salud, simplemente, estallarían.
En un exhaustivo documento sobre las vicisitudes del sector, el IDIS destaca otro dato interesante: pese a tener en la actualidad el carácter de complementaria, la sanidad privada emite el 25 por ciento de las altas correspondientes al conjunto de los hospitales. Dicho de otra forma, sin esta colaboración, los centros públicos aumentarían de manera automática su ocupación en un porcentaje parecido. ¿Podrían aguantar una presión de ese tipo? La respuesta es que no. Y menos con el recorte presupuestario que empieza a barruntarse en las consejerías. Pero hay más. El informe del IDIS da cuenta del peso del sector en una economía más que deteriorada. En total, 253.000 profesionales desarrollan su trabajo en la Sanidad privada. De ellos, 56.281 son médicos. Además, estos centros ejercen una labor clave en la formación de los profesionales: 1.840 estudiantes de medicina realizan prácticas en los hospitales de esta red paralela, un número que crecerá, dada la decisión de los centros públicos de abortar sustituciones y suplencias ante las bajas por los recortes en el capítulo I, como sucede ya en Cataluña. Un hecho trascendental sobre la importancia de la privada en el sistema radica también en los hospitales de nueva creación. Ante la imposibilidad de las administraciones de poner en marcha o proseguir la financiación de nuevas inversiones, el modelo de colaboración con la privada vía conciertos o concesión temporal es el futuro. Cuestionar esto, denota una ceguera inexplicable ante la que se le viene a España en forma de bancarrota.
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