La ministra Pajín desarrolla la
política del avestruz de sus antecesores
¿Con qué legitimidad irá ahora la consejera Luisa María Noeno al Consejo Interterritorial tras destaparse el escándalo de los quirófanos de quita y pon que montó en el Hospital Provincial de Zaragoza para su jefe Marcelino Iglesias?
¿Qué alto cargo del ministerio está muy preocupado por la situación del partido y está buscando destino en secreto fuera de la Administración para después de las elecciones?
¿Qué empresa del sector de la alimentación hizo valer su peso en la redacción final de la Ley de Seguridad Alimentaria de Roberto Sabrido?
¿Qué sociedad científica es en realidad una sociedad anónima capitaneada por los cinco presidentes que ha tenido en su historia?
Sergio Alonso es redactor jefe de ‘La Razón’
Nada cambia. Si acaso, es susceptible de hacerlo sólo para peor. El Ministerio de Sanidad sigue sumido en el universo paralelo tipo Matrix en el que le instalaron Bernat Soria primero, y Trinidad Jiménez después. Leire Pajín, ministra de Igualdad y Política Social, y de Sanidad cuando tiene ratos libres y le quedan ganas para ello, se ha convertido en digna continuadora de la obra de sus antecesores al aplicar la política del avestruz, consistente en ocultar la cabeza o volverla hacia otro lado cada vez que se acerca la bola de nieve de la bancarrota. Mientras Economía cuadra números para convencer a Bruselas y a Angela Merkel de que las reformas emprendidas van a devolver a España la solvencia que perdió hace años, Sanidad se afana en leyes estériles o esperpénticas, como la de Salud Pública, la de Igualdad de Trato o la de Muerte Digna, y no adopta ninguna efectiva contra el gasto, más allá de los retardados precios de referencia. Mientras la Cataluña de CiU trata de salir del estado de práctica quiebra en la que la sumió el tripartito con su despilfarro y su ineficiencia gestora, aplicando unos recortes brutales en hospitales que implican cierre de quirófanos, eliminación de camas y hasta despidos, Pajín y sus lugartenientes se dedican a indultar al Happy Meal con el permiso de Roberto Sabrido, así como a vetar determinados bollos que no eran del gusto de algunas multinacionales de la alimentación.
Mientras Economía proyecta liberalizar colegios y desligar a los sanitarios de sus corporaciones profesionales, en aras de una supuesta reactivación que nadie cree, Sanidad se dedica a limar asperezas con esas mismas entidades, echándole las culpas a Elena Salgado de todo el desaguisado y asegurando que si por este ministerio fuera, los colegios y demás organizaciones subsistirían. Y mientras Castilla-La Mancha se une a media España y coarta la libertad de los médicos con unas trabas brutales a la prescripción de fármacos innovadores, Pajín, empujada por sus lugartenientes, acude rauda con Cristina Garmendia a suscribir un nuevo acuerdo etéreo con Farmaindustria, por aquello de quedar bien con los laboratorios. Acuérdense de esta política maniquea del Gobierno y recuerden el pacto que selló Trabajo con las compañías semanas antes de que Economía aplicara el tijeretazo salvaje a sus cuentas de resultados. Podrán hacerse una idea de por dónde irán los tiros en los próximos meses. Sobre todo si Bruselas aprieta más las tuercas a las autoridades españolas, una vez derribado el muro de contención de Portugal.
Pero hay más. Mientras las comunidades autónomas tratan de hilar fino para pagar sus cuentas y buscan arañar unos euros de todos sus capítulos para prolongar su agonía financiera, Pajín sigue haciendo uso de la chequera del Estado para acrecentar su currículum sectario. Su última perla, la “donación” con dinero público de 1,3 millones de euros a las feministas de Paraguay, es la gota que colma el vaso de las dádivas gratuitas, mientras el sector sanitario se desangra en medio de la pobreza en la que está sumido el país.