El desacierto opositor socialista en temas sanitarios ha vuelto a constatarse en las urnas
| 2009-06-21T18:05:00+02:00 h |

Sergio Alonso es redactor jefe de ‘La Razón’

El PSOE no parece aprender de sus errores. En lugar de seguir en las comunidades en las que oposita la senda tranquila, pacífica y serena que han trazado sus líderes en el Ministerio de Sanidad durante estas dos legislaturas, empezando por Elena Salgado, Bernat Soria y, ahora, Trinidad Jiménez, Ferraz insiste en consentir el camino de la crítica fácil, la diatriba mitinera y la cantinela privatizadora en feudos como Madrid y Valencia, dejando manos libres a sus dirigentes locales para que repitan una y otra vez clichés que hace tiempo dejaron de calar entre los profesionales y la población. ¿El resultado? Elección tras elección, los socialistas sucumben por goleada en ambos feudos, como acaba de suceder de nuevo, esta vez en las europeas. La realidad es que, lejos de reportarle votos, la Sanidad, más bien, se los quita al PSOE. El caso paradigmático de este desacierto opositor se encuentra en Valencia. Casi 13 años después de que se proyectara el Hospital de Alcira, que inauguraba un régimen de gestión publi-privado en la sanidad pública española, el PP resiste fuerte en la comunidad y gana incluso adeptos, mientras los sucesivos dirigentes locales apadrinados por Ferraz sucumben una y otra vez en las urnas, despreciados por unos ciudadanos hastiados de escuchar siempre las mismas cansinas soflamas.

En Madrid, sucede otro tanto. Creyó Rafael Simancas que los nuevos hospitales supondrían el arma perfecta con la que lanzarse a la yugular de Esperanza Aguirre y se dio de bruces contra su destino: el fracaso electoral. Lejos de aprender del error, su cuestionado sucesor dentro de la convulsa Federación Socialista Madrileña, Tomás Gómez, mantiene la estrategia y el resultado ha sido el mismo: el batacazo en las urnas. Las fórmulas con las que el PSOE regional pretende atacar a la comunidad son siempre idénticas y, por tanto, están más que desgastadas, por lo que su eficacia es nula: primero, echa mano de asociaciones vecinales y supuestas organizaciones defensoras de lo público para denostar prácticas de la consejería o iniciativas políticas de calado. Sucedió con la polémica suscitada a raíz de las sedaciones en el Hospital Severo Ochoa, siguió con los nuevos hospitales levantados en tiempo récord, y repite el esquema con el proyecto de creación del área única.

Después, los socialistas extienden la voz de dichas pseudoorganizaciones en foros, seminarios y encuentros sectoriales para los que busca una cobertura más profesional. El acto del día 24 en la sede de la OMC es un buen ejemplo. Al mismo tiempo, atiza a sindicatos y sociedades afines para que actúen como ariete contra la CAM. El objetivo erróneo es difundir entre la población la especie de que el capital privado va a adueñarse de la salud, convirtiendo en producto de mercado lo que debe ser un bien público. Esta estrategia equivocada de marketing político obvia, cómo no, que en feudos gobernados por socialistas también rige la gestión privada para los dispositivos públicos y se aparta de algunas jefaturas de servicio a médicos llegados a las mismas por libre designación, algo pacíficamente aceptado en todo el mundo sanitario y que aburre sobremanera a los ciudadanos.

¿Qué directivos de una patronal y altos cargos de varios ministerios están cuadrando fechas para sellar un gran acuerdo público?

¿Por qué no figura Ramón Hermosilla en la mesa para las elecciones sindicales del Colegio de Médicos de Madrid, pese a ser el empleado con mayor edad que figura en el mismo?

¿Cuántos días tardó la OMC en vulnerar el pacto de no agresión que alcanzó con el Consejo General de Enfermería?

¿Quién maneja la caja del Colegio de Huérfanos de Guadalajara?

¿Qué dos miembros de la Junta del Colegio de Madrid están planteándose la posibilidad de dimitir?