Sergio Alonso es redactor jefe de ‘La Razón’ El vertiginoso ritmo al que se sucede los acontecimientos en la Sanidad española provoca que lo que antes parecía blanco sea hoy negro, y que lo que hoy se considera negro se convierta mañana en blanco. Tras guerrear durante meses contra la Xunta de Galicia en un intento estéril de tumbar el polémico cataloguiño, al considerarlo como el mal de todos los males, la quintaesencia de la agresión a los pacientes y a la libertad del médico, y expresión absoluta de la “voracidad recaudatoria” de una administración pública, los agentes que esgrimían esos argumentos estiman ahora que la medida no es tan mala como se nos pintaba. Los mismos que la denostaban y ponían en la picota a sus autores se han convertido de la noche a la mañana en sus valedores bajo el argumento de que posiblemente es peor el remedio que la enfermedad. ¿Alguien entiende algo? Resulta difícilmente explicable, pero algunos acontecimientos pueden razonar este giro copernicano. El primero, y más importante es el cambio de Gobierno. Como José Martínez Olmos y Leire Pajín ya están fuera del mismo, no conviene cargar las tintas contra las iniciativas de ahorro adoptadas por las comunidades del PP. Si antes era malo lo que hacía Galicia y no tanto lo que implantaban la Castilla-La Mancha de José María Barreda y Fernando Lamata, o la Andalucía de María Jesús Montero, ahora es al revés. El cataloguiño de la Xunta ha pasado a convertirse de la noche a la mañana no solo en algo tolerable sino, además, exportable a todo el país, y el bloqueo informático a la prescripción de los médicos y el subastazo, algo a desterrar que transgrede todas las líneas rojas y que se encuentra más allá de la legalidad vigente. ¿Hace un año no era al revés? En esta vuelta de tuerca copernicana ha pesado mucho también a llegada de Pilar Farjas al Ministerio de Sanidad y el ascendente que ha recobrado en el mismo Alberto Núñez Feijóo, perfecto conocedor del sector tras su paso por el Insalud entre 1996 y 2000. En este súbito viraje ha influido asimismo la prescripción por principio activo. Poco a poco, los genéricos se comen a las marcas y el golpe a las cuentas de resultados de las empresas innovadores empieza a ser considerable, al tiempo que pierden sentido buena parte de las redes comerciales existentes. En dicho contexto, argumentan los defensores de tal giro, es más fácil de sobrellevar un cataloguiño nacional que la muerte por la vía rápida de las moléculas al cumplir diez años en el mercado. Otra buena razón para este radical cambio de pareceres es que tanto el cataloguiño como el cacareado medicamentazo que pretende aprobar Moncloa pueden ser un importante dique de contención contra otras medidas de mucho mayor calado para obtener los 40.000 millones de euros adicionales que necesita España, como la rebaja directa de precios o los temidos jumbos. El “virgencita virgencita, que me dejen como estoy”, se ha convertido en el mejor argumento de defensa en esta situación de bancarrota en la que el PSOE ha dejado a España. Y es fácil que hechas estas concesiones, y sabedora de su victoria, Farjas y todo el ministerio acaben aceptando el trato. | viernes, 03 de febrero de 2012 h |

El argumento más importante del cambio de postura de la industria es la llegada del PP al Gobierno

¿Responde el retraso de Farmaindustria en la puesta en marcha de la campaña en favor de las marcas al conocimiento de que Sanidad puede sustituir la prescripción por principio activo (PPA) por la extensión del cataloguiño a toda España?

¿Informó alguien a Carlos Lens de lo tratado en la reunión entre Farmaindustria, la ministra Ana Mato y Pilar Farjas?

¿Qué personaje que conoce de memoria el sector farmacéutico está siendo clave en el diseño de algunas de las políticas de ahorro que prepara el Gobierno?

¿Qué ministro es un defensor acérrimo de llevar la liberalización al comercio y a la sanidad?