Sergio Alonso es redactor jefe de ‘La Razón’
Si 2009 está siendo el año de las apreturas en lo que a cuentas públicas se refiere, 2010 será, sin duda, el del cerrojazo. En estos momentos que anteceden a las devoluciones que las comunidades autónomas le harán al Estado por lo que les entregó erróneamente a cuenta, en base a unas previsiones poco realistas, el Ministerio de Economía y las consejerías del ramo se afanan en cuadrar el sudoku de los presupuestos para el próximo año, con una premisa muy clara: a pesar de las alharacas que han vestido el nuevo acuerdo de financiación, el aumento de las prestaciones sociales y la reducción de ingresos derivados de la crisis económica obligan, inevitablemente, a estrechuras en el cinturón del gasto. El punto de partida estructural resulta, pues, muy malo, pero el coyuntural tampoco es mucho mejor: lastradas por una demanda cada vez más creciente de servicios sanitarios, y por un déficit de personal preocupante tanto en medicina como en enfermería, las comunidades autónomas se enfrentan además a un problema añadido extra como es el de la pandemia de gripe A y el aumento de la presión asistencial que llevará aparejada desde finales de este mismo mes hasta bien entrado el próximo año.
La agudeza y el arte de ingenio que preconizaba Baltasar Gracián tendrán pues que presidir la confección de las cuentas públicas de 2010 en todo el Estado. Sin embargo, los técnicos no tendrán fácil darle una vuelta a las mismas para afrontar pagos, sufragar facturas a los proveedores, hacer frente a la farmacia y completar las plantillas. Deberán echar mano de soluciones imaginativas y eficaces que conjuguen la cobertura de los gastos con mayores cuotas de ahorro en todo tipo de capítulos. De ahí que no sea difícil aventurar que 2010 volverá a ser el año de la incapacidad temporal (IT) y de la lucha contra el fraude que se produce en torno a esta contingencia laboral, el de las fórmulas de gestión privada para los centros sanitarios públicos, y el de una nueva vuelta de tuerca a la política farmacéutica que Farmaindustria, la patronal de los laboratorios, ha logrado evitar, con éxito, en 2009. En tiempos de crisis, la apelación a dichas partidas de gasto suele ser recurrente como demuestra el pasado y se desprende de las declaraciones que formulan en privado los gestores de todo el Sistema Nacional de Salud (SNS). El escenario difiere radicalmente de los años de bonanza anteriores: la externalización de servicios y la inversión de reposición empezarán a sustituir a la gestión directa y a la obra nueva. La rigidez a la hora de otorgar precios a los nuevos medicamentos será mucho mayor que ahora, y las fórmulas para recortar las bajas laborales florecerán mediante un mayor uso de las mutuas, los inspectores de la Seguridad Social y los médicos de atención primaria, que serán, sin duda, los primeros que sufran en sus carnes la presión derivada de la necesidad de contener el gasto. Llegan tiempos difíciles, y a los expertos autonómicos de Hacienda no les salen las cuentas para 2010. Al Ministerio de Economía, tampoco.
Preguntas sin respuesta
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