Entradilla lEntradilla lEntradilla lEntradilla lEntradilla lEntradilla lEntradilla lEntradilla lEntradilla lEntradilla l
| 2008-11-09T18:00:00+01:00 h |

Aitor Montero

Barcelona

Una de cada cuatro amas de casa de Barcelona (23,8 por ciento) es consumidora habitual de psicofármacos. Éste es el dato que se desprende del informe “Trabajo y salud en Barcelona”, elaborado y presentado la pasada semana por la Agencia de Salud Pública de Barcelona (ASPB). Asimismo, este trabajo también precisa que la cifra de amas de casa que consumen psicofármacos aumenta hasta el 40 por ciento en los casos en que estas mujeres conviven con discapacitados, ya que, como señaló una de las autoras del estudio, Imma Cortés, esta convivencia está asociada a una “peor salud”.

El elevado consumo de psicofármacos entre las amas de casa se debe, según otra de las autoras del informe, Lucía Artazcoz, a lo que denominó “una medicación de la insatisfacción”. Esta insatisfacción llevaría a las amas de casa a tener una peor salud mental en comparación con mujeres empleadas.

La causa que motivarían el mayor consumo de psicofármacos estaría, según el estudio publicado, en que las mujeres que desempeñan empleos no cualificados presentan una alta frecuencia de conductas poco saludables.

Construcción social

Los datos sobre el consumo de psicofármacos entre las amas de casa barcelonesas recogidos por el estudio presentado por la ASPB ponen de manifiesto una tendencia que se puede aplicar al resto de amas de casa del país. En este sentido, un estudio realizado en el año 2007 en las comunidades autónomas de Andalucía, Madrid y el País Vasco, coordinado por Nuria Romo Avilés, antropóloga de la Universidad de Granada, también puso de manifiesto que el consumo de psicofármacos era mucho más habitual entre hombres que entre mujeres.

Este trabajo identificaba el consumo de psicofármacos entre la población femenina con la construcción de una imagen de la mujer como persona débil, pasiva y dependiente. Asimismo, el estudio recogía la experiencia de mujeres a las que les habían prescrito psicofármacos (antidepresivos, tranquilizantes o somníferos) y de profesionales de atención primaria y psiquiatría que los recetaron.

En el mismo análisis se asoció el consumo de psicofármacos a conflictos familiares, estrés laboral o pérdida de confianza.