FRANCISCO ROSA Madrid | viernes, 02 de mayo de 2014 h |

La historia de Pfizer parece cíclica. Los que llevan años en el sector dicen vivir con la sensación de un déjà vu constante. Y curiosamente esa misma sensación a vuelto a producirse esta semana, cuando la firma norteamericana confirmaba su oferta para la adquisición de la británica AstraZeneca, la cual se iría, según los cálculos realizados por Bloomberg, por encima de los 90.000 millones de dólares (unos 65.100 millones de euros). La respuesta de la junta directiva de AstraZeneca ha sido negativa, esgrimiendo que no valoraba adecuadamente a la compañía, aunque no parece posible que Pfizer vaya a ceder tan fácilmente, menos aún teniendo en cuenta cuáles son los precedentes de esta compañía, acostumbrada a tirar de ‘talón’ cuando percibe debilidades en el medio plazo.

La historia de Pfizer está forjada a base de macrocompras. En 2000, cuando era un laboratorio mediano, puso encima de la mesa 90.000 millones de dólares para hacerse con Warner Lambert, un referente del sector que tenía parte de los derechos de Lipitor (atorvastatina DCI), el blockbuster por antonomasia, además de una presencia fuerte en el mercado de productos sin receta. Tres años después, en 2003, la ‘víctima’ fue Pharmacia, por la que pagó unos 60.000 dólares para quedarse con productos en artritis (Celebrex), glaucoma (Xalatan) y cáncer (Camptosar). Ya en 2009 se lanzó a por Wyeth, una compañía bien posicionada en el sector farmacéutico con productos biológicos, OTC y vacunas, y que disponía de un amplio pipeline con moléculas para enfermedades infecciosas e inmunológicas, oncológicas, neurodegenerativas, y también en el área de salud de la mujer. Pfizer desembolsó en aquella ocasión unos 68.000 millones de dólares.

Ahora ha puesto a la anglosueca en el punto de mira. Como confirmó Ian Read, presidente y CEO de la americana, se trataría de “aprovechar las sinergias entre ambas y poder ofrecer más valor a los accionistas de las dos compañías”. Lo que gana Pfizer con esta compra es, principalmente, una fuerte presencia en las áreas de oncología y diabetes, donde AstraZeneca centra su actividad, aunque también opera en otras como respiratorio, inflamatorias, gastronterología o neurociencias. En conjunto, estas áreas facturaron más de 24.000 millones de dólares durante 2013.

Asimismo, AstraZeneca cuenta con un rico pipeline, con más de 70 proyectos que incluyen nuevas entidades moleculares, muchas de ellas en oncología procedentes de la reciente compra de Medinnmune, por la que la anglosueca desembolsó en 2007 unos 15.600 millones de dólares. Unido a esto, tiene en marcha actualmente 20 proyectos para emprender una extensión de línea con medicamentos ya comercializados, como Bydureon (diabetes) o Brilinta (cardiovascular). Y es quizás este potencial de cara al futuro el que ha seducido a Pfizer, cuyas cuentas han sido fuertemente impactadas en los últimos años por las pérdidas de patentes de medicamentos como Lipitor o Viagra, a los cuales no ha conseguido reemplazar hasta la fecha con productos propios.

En parte, esta capacidad viene mermada por la reducción de las inversiones en I+D. Dada la contracción de sus ventas, se ha producido una fuerte regresión en este ámbito. Así, mientras que Pfizer empleaba más de 9.000 millones de dólares en 2010 (año en el que facturaba más de 67.000 millones), las cuentas presentadas en el último annual report, correspondiente al ejercicio 2013, en el que facturó poco más de 51.000 millones, confirman una caída hasta los 6.600 millones de dólares.

Esta regresión le ha valido además la caída en el ranking mundial de empresas por inversión en I+D. Pfizer ostentaba el número uno, por delante de gigantes como Ford o Toyota, allá por 2004, año en el que solo Johnson & Johnson ocupaba, de las farmacéuticas, un puesto en el top 10. En 2012, Pfizer cayó al décimo puesto, por detrás de otras como Roche, Novartis, MSD y la misma J&J.

La historia de Pfizer parece cíclica. Los que llevan años en el sector dicen vivir con la sensación de un déjà vu constante. Y curiosamente esa misma sensación ha vuelto a producirse esta semana, cuando la firma norteamericana confirmaba su oferta para la adquisición de la británica AstraZeneca, la cual se iría, según los cálculos realizados por Bloomberg, por encima de los 90.000 millones de dólares (unos 65.100 millones de euros). La respuesta de la junta directiva de AstraZeneca ha sido negativa, esgrimiendo que no valoraba adecuadamente a la compañía, aunque no parece posible que Pfizer vaya a ceder tan fácilmente, menos aún teniendo en cuenta cuáles son los precedentes de esta compañía, acostumbrada a tirar de ‘talón’ cuando percibe debilidades en el medio plazo.

La historia de Pfizer está forjada a base de macrocompras. En 2000, cuando era un laboratorio mediano, puso encima de la mesa 90.000 millones de dólares para hacerse con Warner Lambert, un referente del sector que tenía parte de los derechos de Lipitor (atorvastatina DCI), el blockbuster por antonomasia, además de una presencia fuerte en el mercado de productos sin receta. Tres años después, en 2003, la ‘víctima’ fue Pharmacia, por la que pagó unos 60.000 dólares para quedarse con productos en artritis (Celebrex), glaucoma (Xalatan) y cáncer (Camptosar). Ya en 2009 se lanzó a por Wyeth, una compañía bien posicionada en el sector farmacéutico con productos biológicos, OTC y vacunas, y que disponía de un amplio pipeline con moléculas para enfermedades infecciosas e inmunológicas, oncológicas, neurodegenerativas, y también en el área de salud de la mujer. Pfizer desembolsó en aquella ocasión unos 68.000 millones de dólares.

Ahora ha puesto a la anglosueca en el punto de mira. Como confirmó Ian Read, presidente y CEO de la americana, se trataría de “aprovechar las sinergias entre ambas y poder ofrecer más valor a los accionistas de las dos compañías”. Lo que gana Pfizer con esta compra es, principalmente, una fuerte presencia en las áreas de oncología y diabetes, donde AstraZeneca centra su actividad, aunque también opera en otras como respiratorio, inflamatorias, gastronterología o neurociencias. En conjunto, estas áreas facturaron más de 24.000 millones de dólares durante 2013.

Asimismo, AstraZeneca cuenta con un rico pipeline, con más de 70 proyectos que incluyen nuevas entidades moleculares, muchas de ellas en oncología procedentes de la reciente compra de Medinnmune, por la que la anglosueca desembolsó en 2007 unos 15.600 millones de dólares. Unido a esto, tiene en marcha actualmente 20 proyectos para emprender una extensión de línea con medicamentos ya comercializados, como Bydureon (diabetes) o Brilinta (cardiovascular). Y es quizás este potencial de cara al futuro el que ha seducido a Pfizer, cuyas cuentas han sido fuertemente impactadas en los últimos años por las pérdidas de patentes de medicamentos como Lipitor o Viagra, a los cuales no ha conseguido reemplazar hasta la fecha con productos propios.

En parte, esta capacidad viene mermada por la reducción de las inversiones en I+D. Dada la contracción de sus ventas, se ha producido una fuerte regresión en este ámbito. Así, mientras que Pfizer empleaba más de 9.000 millones de dólares en 2010 (año en el que facturaba más de 67.000 millones), las cuentas presentadas en el último annual report, correspondiente al ejercicio 2013, en el que facturó poco más de 51.000 millones, confirman una caída hasta los 6.600 millones de dólares.

Esta regresión le ha valido además la caída en el ranking mundial de empresas por inversión en I+D. Pfizer ostentaba el número uno, por delante de gigantes como Ford o Toyota, allá por 2004, año en el que solo Johnson & Johnson ocupaba, de las farmacéuticas, un puesto en el top 10. En 2012, Pfizer cayó al décimo puesto, por detrás de otras como Roche, Novartis, MSD y la misma J&J.