| viernes, 20 de enero de 2012 h |

Que los distintos gobiernos recorten la partida destinada a Farmacia no representa ninguna novedad. Por ello, el Real Decreto-ley 9/2011 no se distinguiría de los anteriores salvo por ser el primero que incluye en su articulado un mecanismo de compensaciones para oficinas de farmacia de baja facturación que ha dado para muchos y diversos comentarios, casi todos en tono peyorativo, sobre su cuantía.

Si me permiten, eludiré analizar este aspecto para no sumarme a la torpeza de los que han asimilado esta medida, quiero pensar que en tono jocoso aunque yo no le veo la gracia, con el Plan de Empleo Rural. Desafortunadas declaraciones que en el mejor de los casos muestran un gran desconocimiento de la realidad social con la que conviven muchísimos ciudadanos de a pie, y que en el peor de ellos reflejan una desconexión total entre el mundo de la farmacia y la sociedad a la que esta pretende servir. Peligrosa receta a la hora de afrontar nuestra más que necesaria evolución profesional.

Hecho el inciso, ante el más que evidente desequilibrio del modelo farmacéutico vigente, en sus actuales condiciones de acceso, planificación y retribución, el Real Decreto-ley 9/2011 incluyó un mecanismo compensatorio, necesario y novedoso, que buscaba fortalecer el entramado arquitectónico de su estructura capilar, y que para que resulte efectivo, deberá ser considerado por todos como, permítanme el símil, una patada a seguir en forma de medidas complementarias.

El objetivo final no puede ser otro que reformar estructuralmente para garantizar un servicio de calidad, que responda a las necesidades del paciente, y que sea viable para gestores, prestadores y perceptores. Podrán existir discrepancias en los métodos o las formas de alcanzarlo, pero sí tengo muy claro que ha de ser la propia profesión la que se involucre en decidir su futuro, sea el que sea, como garantía de obtener el mejor resultado.

Muchos estamos esperando a conocer propuestas razonables que salgan desde el propio sector para poder apoyarlas, desde la seguridad de que cambiar siempre es arriesgado, pero en la situación y dinámicas actuales, no hacerlo es realmente suicida.