| viernes, 23 de julio de 2010 h |

Carlos Martínez de la Serna, Communication Manager USA-Zeltia

E n su biografía sobre el origen de Barack Obama, David Remnick construye el relato de Estados Unidos en las últimas décadas: la lucha por los derechos civiles, las reformas políticas, el agitado pulso social en un tiempo crucial. El libro, El puente, en alusión al puente de Selma, Alabama, donde una marcha por los derechos civiles fue reprimida con violencia en 1965. El puente de Selma es el trayecto. Al otro lado, escribe Remnick, estaba Obama. La reforma sanitaria forma parte de una nueva crónica. Al otro lado de Selma estaba “una de las más ambiciosas y consecuentes piezas legales de la historia de Estados Unidos”, como la describió The New England Journal of Medicine. No será perfecta y probablemente requerirá ajustes, pero no creo que se pueda cuestionar ni la necesidad de la reforma ni su trascendencia.

En Estados Unidos hay unos 30 millones de personas sin cobertura médica. La nueva legislación provocará que la gran mayoría de los estadounidenses disfrute de ella, añadirá 16 millones de personas al sistema financiado con fondos públicos y prohibirá que las aseguradoras establezcan límites o restricciones abusivas a personas con condiciones preexistentes o crónicas. Vivo en Nueva York con mi familia. Dice Thomas Wolfe que uno pertenece a Nueva York al instante, por cinco minutos o cinco años. Sólo se me ocurre una razón para dudarlo: que tengas problemas con el seguro médico. En los últimos seis meses me encontré de forma inesperada entre esos 30 millones que se quedan fuera del sistema sanitario. En mi caso la dificultad era encontrar un seguro médico familiar con cobertura completa. No hay alternativa: si no tienes seguro o no te cubre circunstancias crónicas o preexistentes, y tus recursos superan los límites para recibir asistencia, tienes que pagar. No hay otra opción.

Algunas cifras: una luxación leve de un codo en un niño supuso una factura de 3.000 dólares. Un depósito previo a un parto, exigido por el hospital, requería un ingreso de 35.000 dólares al contado. He visto a médicos sonrojarse al explicarme la situación. Cansado, cogí un avión a Madrid con mi familia. Al cabo de unas horas de vuelo los problemas estaban solucionados. El sistema sanitario que disfrutamos ofrece alternativas de todo tipo. Nadie está fuera del sistema.

Estoy seguro de que el presidente número 44 de Estados Unidos miraría los recursos sanitarios españoles y su cobertura universal con aprecio. La reforma de Obama ya está hecha en España. Quizá no reconocemos su valor. En estos tiempos de recortes y ajustes no debería perderse de vista. El sistema sanitario forma parte de nuestro patrimonio real: 30 millones de residentes en Estados Unidos lo saben muy bien. En agosto, con un nuevo seguro en el bolsillo, volveremos a Nueva York. Con la nueva ley este tipo de dificultades no se podrá repetir. Quizá los símbolos que utiliza Remnick en su libro sean muy acertados.