En Galicia no se ha evaluado el impacto sanitario de la medida adoptada
| 2011-02-11T16:20:00+01:00 h |

Emili Esteve es director del departamento técnico de Farmaindustria

Como consecuencia del catálogo priorizado de medicamentos los ciudadanos gallegos se enfrentan desde hace unas semanas a cientos de miles de cambios de envases de los medicamentos que ahora ya no se pueden prescribir ni dispensar con cargo al Servicio Gallego de Salud. Estos cientos de miles de cambios de prescripción, aún manteniendo, faltaría más, el mismo principio activo, no pueden resultar indiferentes, ni para muchos pacientes ni para los profesionales sanitarios, que seguro están haciendo denodados esfuerzos explicando una medida de gestión que les ha sido impuesta. Como es natural (y habitual), médicos, farmacéuticos y profesionales de la enfermería tratarán de proteger a sus pacientes de la confusión y de las decisiones de sus gobernantes sanitarios autonómicos, intentando minimizar los efectos y la perplejidad que produce todo cambio de medicación en un enfermo adecuadamente controlado.

Muchos pacientes gallegos (y no los de otra comunidad autónoma) que, por ejemplo, consuman del catálogo y en terminología vulgarizada, un medicamento de marca para la próstata, otro para el colesterol, un protector del estómago y un medicamento para dormir, verán cambiados de golpe, y de un mes para otro, todos sus medicamentos prescritos. En su percepción, donde antes eran envases azules ahora serán rojos, donde antes cápsulas ahora comprimidos, donde antes acondicionamientos tipo blíster ahora frascos. Y no solamente una vez, ya que los cambios pueden ocurrir hasta seis veces al año. Supongo que es estadísticamente improbable que estos cientos de miles de cambios sean completamente neutrales, por lo que un porcentaje de pacientes estabilizados y correctamente polimedicados pueden terminar duplicando tratamientos y acudiendo incluso a urgencias. Y digo supongo, porque no puedo hacer otra cosa que suponer, ya que no tengo referencias sobre las consecuencias médicas que tiene un cambio de medicación de estas características, tan masivo y en tan corto plazo de tiempo como el que se practica en Galicia. Pero las confusiones, como las reacciones adversas , haberlas, haylas.

La cuestión no es irrelevante, ni nueva. A este respecto, las autoridades sanitarias británicas valoraron la pertinencia de cambiar las marcas por medicamentos genéricos en Atención Primaria. El Department of Health realizó una consulta a 427 organizaciones y expertos entre enero y marzo de 2010, e hizo públicas las conclusiones en octubre de ese mismo año. Tras analizar las contestaciones recibidas, el Department of Health descartó un cambio masivo, ya que, según concluyeron, podría tener consecuencias negativas para la seguridad del paciente y las ventajas sobre el coste-eficacia de la medida no resultaron concluyentes. En el caso de Galicia no parece que se haya hecho un ejercicio similar al británico, y aunque se haya publicado una polémica ley regulando la iniciativa, puede que ésta resulte insuficiente para prevenir toda confusión posible.

Tal vez, y puesto que la nueva legislación comunitaria sobre farmacovigilancia ya considera los errores en la medicación como reacciones adversas, podremos tener alguna idea de la incidencia sanitaria de la iniciativa gallega y lo bueno sería que fueran pocas a nivel global. No tendría justificación que los tan proclamados ahorros de una medida de esta naturaleza tuvieran que ser emplearlos en atender a pacientes damnificados por las modificaciones. Pero seguramente, con el elevadísimo número de cambios realizados en tan corto periodo de tiempo no podemos descartar casos individuales a los que bien se les podría aplicar las antiguas palabras de Maurice Nelson Graham Dukes, una de las autoridades mundiales en materia de seguridad de medicamentos: “los efectos secundarios sólo son secundarios para quienes no los padecen”.