La nueva ministra de Sanidad, Política Social e Igualdad acaba de tomar posesión de su nuevo cargo. En

un discurso-ficción, la ministra Pajín pide confianza, promete trabajar duro y asegura que dejará huella

| 2010-10-29T16:16:00+02:00 h |

Santiago de Quiroga es presidente

de Contenidos y editor de EG

Ciudadanas y ciudadanos, he llegado a este ministerio con la ilusión de hacer que las cosas sucedan, y aunque aprecio a mis predecesores socialistas, no soy ninguna de ellas ni de ellos. Soy Leire Pajín y os pido un voto de confianza. He escuchado en ocasiones que politizar la sanidad se entiende como algo peyorativo. Alguien como yo, que viene de dirigir y organizar la estructura de un partido, tiene dificultad en entender este concepto, pero lo voy a intentar. La sanidad es un bien demasiado preciado que todos los españoles se han ganado con su trabajo y esfuerzo. Nos damos cuenta de lo que significa entrar en un centro sanitario y encontrar no solo la tecnología necesaria sino el calor humano; alguien que se ocupa de nosotros. La asistencia sanitaria es la solidaridad en estado puro. Y eso es posible porque una maquinaria esforzada, capaz y altamente eficaz, se ocupa de los que más lo necesitan: de los enfermos.

Pero para que todo esto ocurra se requiere del esfuerzo de dos sectores que ponen algo esencial en las manos de nuestros médicos y médicas, el bien más preciado que la ciencia ha proporcionado para luchar contra las enfermedades: el medicamento.

Llego aquí con poco margen de maniobra, apenas año y medio de tiempo máximo como ministra antes de las elecciones generales de 2012. El tiempo juega en mi contra y se espera de mí que no pueda hacer mucho. Quiero aprender rápido y apoyarme en los que saben, pero ese conocimiento lo voy a buscar en aquellos que hacen posible atender a los enfermos y proporcionarles alivio. Y a todos ellos les voy a escuchar. Y voy a hacer que las cosas sucedan, en lugar de ver cómo pasa el tiempo.

La farmacia en España es un ejemplo de solidaridad: farmacéuticas y farmacéuticos arriesgan su dinero y con el apoyo de la distribución farmacéutica no sólo custodian, aconsejan y dispensan, sino que financian un sistema que, siendo de titularidad privada supone un servicio público imposible de ofrecer con otro modelo. Hablo no únicamente como ministra, sino como usuaria que ha tenido una farmacia y un consejo cualificado allí donde lo he necesitado. Un 40 por ciento de las farmacias rozan el umbral de la rentabilidad, y eso es así por la creencia de algunos de que todas las farmacias nadan en la opulencia. A algunos socialistas les puede parecer que la farmacia es un lugar fácil para ganar dinero. Nada más lejos de la realidad, muchos farmacéuticos y farmacéuticas hacen largas jornadas atendiendo a los pacientes públicos y privados de la sanidad. Muchos de ellos son los propietarios que han decidido arriesgarse e hipotecarse para toda una vida por un puesto de trabajo. Han arriesgado en unas condiciones que en los últimos años les ha llevado a tener dificultades para pagar sus facturas. Es hora de que paremos el sangrado continuo de la farmacia española, y que reconozcamos desde el ministerio que somos los responsables políticos sanitarios los que debemos hacer frente al problema. Y el problema es poner en marcha los cambios estructurales que el sector necesita, apoyarse en la prevención y en las más de 20.000 farmacias que hacen posible que el medicamento no sólo llegue, sino que sea utilizado correctamente.

Quiero hablar ahora de la industria farmacéutica. Soy consciente de que al ver que las empresas ganan dinero, algunos socialistas se pueden molestar. Pero el beneficio que crea y mantiene empleo es el más solidario de los beneficios empresariales. El beneficio de una compañía es necesario, como lo es que la sanidad siga siendo un pilar del Estado del bienestar.

El derecho a elegir, incluso mal, es la esencia de la democracia y la libertad; de la misma forma es el derecho a ser una empresa rentable el premio por proporcionar avances médicos que salven vidas y alivien la enfermedad. Mis predecesores han eliminado por real decreto ley el beneficio empresarial en el sector, y en esa carrera por ahorrar han puesto a la industria farmacéutica en una situación de perder no solo el premio legítimo de la innovación —su beneficio empresarial— sino de acabar con la inversión y el empleo. Y no me siento socialista cuando veo que en mi mano esta evitar el despido realizando algo que mis predecesores en el cargo han obviado: apoyar al sector que más invierte en I+D+i y que contribuye a enriquecer nuestro país y crear empleo.

Algunos pensarán que traigo ataduras y prejuicios que pueden afectar a mi desempeño como ministra de Sanidad, Política Social e Igualdad, pero yo os digo que soy Pajín, y que no he venido a destruir sino a construir en el sector sanitario.

Soy consciente de que la historia no me reconocerá por lo que hice, sino por lo que pude hacer y no fui capaz de llevarlo a cabo. Puedo ser una buena ministra, quiero serlo, y les pido a ustedes que me den su voto de confianza y su apoyo. Porque sin el apoyo del sector sólo seré la ministra que nadie esperó y que puso el presidente José Luis Rodríguez Zapatero como un pago de lealtad.