LUCÍA GALLARDO
Barcelona
Pregunta. ¿Cómo sabes que esta farmacia tiene más de tres siglos?
Respuesta. Tenemos el documento de donación de la farmacia a Pere Thomàs, un antepasado mío, que data del año 1638.
R. Y tras nueve generaciones, la regenta la misma familia. ¿Qué aspecto debía tener en 1700?
R. Imagínatela como una especie de taller, lleno de botes y jarrones con hierbas dentro de una vitrina de lado a lado de la pared, y un mostrador con todo tipo de utensilios para trabajar, donde no falta un mortero. Decorada con elementos señoriales y un rincón para atender a los clientes.
P. ¿Y qué se vendía en ella?
R. Los libros de cuentas que conservo de aquella época indican que la mayor parte de productos eran formulaciones magistrales, a base de hierbas, y muchos se fabricaban en la propia farmacia.
P. La legislación en torno al medicamento debía ser poco exigente en aquellas fechas, ¿verdad?
R. No creas que tanto. Ya en el siglo XVIII los farmacéuticos temían a los visitadores que fiscalizaban su trabajo, y Felipe V dio instrucciones para que las inspecciones fueran enérgicas. Su labor era eliminar todos los medicamentos que no tuvieran las condiciones establecidas o los que estuvieran bajo alerta, y también exigían los títulos para el ejercicio de su trabajo.
P. Con los siglos, la farmacia habrá perdido mucho en el trato con la gente.
R. Qué va. Tengo clientes que pasan por tres farmacias antes de llegar a la mía. Tenemos clientela muy fiel, y es que para nosotros el trato personal es lo que prima, la confianza, porque al margen de esto, todas las farmacias vendemos lo mismo y, más o menos, al mismo precio.
P. ¿Tratas así de bien a la gente que trabaja en tu farmacia?
R. Que lo digan ellos, aunque uno lleva 44 años trabajando aquí y otro, 30.
P. ¿Tener una farmacia de 300 años también es un peso?
R. En parte sí puede ser una carga, pero la llevo a gusto. Uno de los inconvenientes es que, aunque quisiera, no podría tocar nada de la farmacia, ni de la fachada ni del interior, porque está catalogada de interés histórico. Los mismos clientes nos amenazan con no volver si hacemos algún cambio, y a mí me gusta mucho como está. Pero tarde o temprano tendremos que hacer alguna reforma.
P. ¡Es que parece un museo!
R. Sí, pero un experto en marketing se llevaría las manos en la cabeza. La farmacia tiene una gran rebotica, que va muy bien para atender consultas de forma íntima, pero se nos queda limitado el espacio para los usuarios.
P. Dime un momento inolvidable que hayas vivido en la farmacia.
R. La muerte de mi padre, que murió aquí mismo, de repente, con 85 años.
P. Él sí que debió vivir las famosas tertulias de rebotica.
R. No tanto como mi abuelo, que se reunía en la rebotica con personajes del pueblo para hablar. Sobre todo de política.
P. ¿Qué cambios importantes crees que ha vivido la farmacia?
R. Uno decisivo lo vivió mi padre, cuando empezaron a existir los primeros productos fabricados. Otro cambio importante fue el de la informatización de la farmacia, en los años ochenta.
P. Con ocho generaciones sobre sus espaldas, a tu hijo Ramon no le quedaban muchas opciones…
R. Él escogió estudiar Farmacia, y ahora que voy a jubilarme, va a llevar el negocio. Yo sí que lo tuve difícil para poder elegir, mi padre me matriculó en la facultad sin decirme nada.