“Al ser drogueros, también vendíamos hojas de cocaína, hasta que se dejó de permitir” “Mi pasión por el arte viene de herencia” “Con 79 años, recibo clases de informática todos los viernes” “Como quiero que mis nietos conozcan el negocio, cuando cumplen 16 años les doy una visita por el laboratorio” “Soy farmacéutico, pero lo más importante, más que la profesión, es saber llevar una empresa”
| 2008-10-26T18:01:00+01:00 h |

Nació en Barcelona en 1929. Joan Uriach i Marsal representa la cuarta generación de una saga de farmacéuticos propietarios de la compañía más antigua de España dedicada a la investigación y comercialización de medicamentos. Doctor en Farmacia, miembro fundacional de Farmaindustria, académico numerario de la Real Academia de Farmacia de Barcelona, de la de Medicina y académico de la Real Academia Cataluña de Bellas Artes de Sant Jordi, Joan Uriach ha sabido, como su empresa, adaptarse a los tiempos. No en vano, aparte de dedicarse a la Fundación Uriach 1838, recibe clases de informática y enseña a sus nietos el negocio familiar.

LUCÍA GALLARDO

Barcelona

Pregunta. Uriach, una compañía con solera, ¿no?

Respuesta. Sí, hace 170 años mi bisabuelo, Joan Uriach, empezó a trabajar a los 14 años en una droguería del Born. Luego, mi abuelo, Joaquim Uriach, tiró para adelante con el negocio uniéndose al farmacéutico Alomar. Cuando éste murió, su viuda decidió vender la droguería a mi abuelo.

P. Que no era farmacéutico.

R. No, era droguero, un oficio que tenía su categoría. Aunque quiso que sus hijos estudiaran en la universidad, decidió que el mayor empezara a trabajar desde abajo, y no tenía ningún miramiento. El primer trabajo que mandó fue coger un carretón y subir al almacén que teníamos en Montjuïc a llevar unos quilos de asafétida, ‘mierda del diablo’, como se conocía por lo mal que olía.

P. Además de la ‘mierda del diablo’, en esa droguería habría de todo, como en botica.

R. Se vendía de todo, desde cuerno de ciervo hasta azúcar o vino de quina, como reconstituyentes. Mi abuelo tenía mucho instinto comercial y el negocio subió, y por aquel entonces ya teníamos un pequeño laboratorio en la Barceloneta. Más tarde, compró un terreno pantanoso en Sant Martí de Provençals, y allí empezamos a hacer especialidades farmacéuticas y a fabricar para laboratorios extranjeros.

P. ¿Qué fabricaban?

R. Especialidades basadas en la ciencia del momento. Hacíamos jarabe de médula de vaca, que era una gelatina dentro de la que poníamos acetato de morfina, como antitusivo. Así no era de extrañar que el paciente se quedara dormido y tuviera sueños narcotizantes. Al ser drogueros, también vendíamos hojas de cocaína, hasta que se dejó de permitir. Imagínese, las señoras se reunían y tomaban estas hojas euforizantes como si fueran té.

P. Dejemos la coca y pasemos a la industria. Dicen que no atraviesa por su mejor momento, ¿es cierto o son sólo rumores?

R. He vivido 50 años en la industria farmacéutica y ha habido momentos duros, pero hay que aprovecharlos. Vivimos una guerra carlista, que en Cataluña padecimos mucho, y la Guerra Civil, durante la que nos colectivizaron la empresa. Pero pudimos resistir, igual que lo hicimos con la entrada de las multinacionales. Hemos sabido evolucionar.

P. Además de la empresa familiar otra pasión suya es el arte, ¿no?

R. Me viene de herencia. Mis abuelos eran amigos de artistas, pintores y poetas, algo común en la época. Tengo una colección de arte, y el propio laboratorio rezuma arte. Además soy el tesorero de la Academia Catalana de Bellas Artes de Sant Jordi.

P. ¿Tienen mucho arte las nuevas generaciones?

R. Valoro mucho a la juventud de hoy, y creo que hay que evolucionar. Yo, con 79 años, recibo clases de informática todos los viernes.

P. No para ni un minuto.

R. No. Estoy en la Fundación Uriach 1838, que tiene la biblioteca más importante de ciencias de la salud privada en España, y me dedico a la sexta generación, mis 12 nietos. Como quiero que conozcan el negocio, cuando cumplen 16 años, les hago una visita al laboratorio.

P. ¿Alguno apunta maneras?

R. No sé si alguno entrará en casa, pero si entra lo hará formado. De mis nietos, de momento, ninguno se decanta por Farmacia. Aunque yo soy farmacéutico, creo que lo importante, más que la profesión, es saber llevar una empresa.