| viernes, 10 de diciembre de 2010 h |

Miguel Ángel Tovar, director asociado de Contenidos en Barcelona

La pasada semana la industria farmacéutica dio un respingo cuando Jeffrey Kindler (55 años) hizo pública su decisión de abandonar los puestos de presidente y consejero delegado de Pfizer. Aunque Kindler explicó en un comunicado que sus motivos eran personales, lo cierto es que la naturaleza súbita de la noticia (a diferencia de la sustitución de Richard Clark por Ken Frazier en Merck & Co.) ha sido interpretada en general como una insatisfacción con su gestión. Kindler ha sido sustituido por Ian Read (57 años), quien lleva más de 30 años en Pfizer, de los cuales los últimos cuatro se ha responsabilizado del negocio biofarmacéutico a nivel mundial (más del 80 por ciento de la facturación de Pfizer). Read ha sido nombrado consejero delegado, ya que el consejo de administración ha preferido separar los dos cargos y nombrará próximamente a su nuevo presidente.

Wall Street ha recibido con escepticismo el nombramiento de Read y duda de su capacidad para conseguir que Pfizer supere los retos que tiene por delante. La compañía lleva tiempo intentado hallar nuevas fuentes de negocio con las que cubrir la brecha que supondrá la pérdida de la patente de Lipitor/Cardyl/Zarator (atorvastatina DCI), que es la principal fuente de ingresos de Pfizer. Es el medicamento más deseado por los fabricantes de genéricos, quienes llevan años desafiando legalmente a Pfizer. Así, en España hace algo más de un año lograron introducir la atorvastatina en forma de sal magnésica. Por otra parte, Viagra (sildenafilo DCI) ha comenzado hace un año a sufrir en Europa la competencia de otros fabricantes, y con Celebrex (celecoxib DCI) ocurrirá lo propio en 2014.

Hay que reconocer que a Kindler no le ha acompañado la suerte durante su mandato. Nada más asumir la dirección de la compañía, sufrió uno de los mayores contratiempos de la historia de Pfizer: el abandono de torcetrapib DCI, el producto que debía sustituir a la atorvastatina. Posteriormente llegaron otros malos momentos con Exubera, la insulina inhalada, que acabó retirando, y por otro lado la FDA expresó su preocupación ante la posibilidad de que Chantix o Champix (vareniclina DCI) pudiese estar provocando pensamientos suicidas. La mala racha ha continuado este año con cinco nuevos reveses en el desarrollo de su pipeline.

El movimiento estratégico más importante en términos de dimensión realizado bajo el mandato de Kindler ha sido la adquisición de Wyeth (67.000 millones de dólares), que se planteó como una forma de conseguir una mayor diversificación del negocio, para reducir la dependencia de la atorvastatina a menos de un 10 por ciento. Y aunque dos de las aportaciones más significativas han sido el negocio de vacunas y la plataforma de productos biológicos, hasta ahora los resultados obtenidos han sido escasos.

Lo cierto es que durante el periodo en que Kindler ha sido consejero delegado las acciones de Pfizer se han depreciado un 27 por ciento. Sólo desde la operación con Wyeth la acción ha retrocedido un 19 por ciento (tras la compra Kindler recortó el dividendo a la mitad). Por ello numerosos inversores institucionales habían expresado su descontento y no pocas voces criticaron el origen de Kindler, anteriormente abogado general en General Electric y en McDonald’s. Algunos tratan de justificar así su incapacidad para enfocar y resolver los principales retos de Pfizer.

En el análisis de los motivos de la salida de Kindler el blog InVivo arroja un punto de vista interesante. La participación de Kindler en el acuerdo de la PhRMA con los demócratas con motivo de la reforma sanitaria en Estados Unidos y el vuelco en la composición del Senado tras las elecciones del pasado mes de noviembre hace conveniente el cambio de cara que se acaba de producir tanto en Merck & Co. como en Pfizer. Si non è vero è ben trovato. Sin duda ello facilitará las relaciones con los republicanos.