El nuevo virus ha levantado críticas contra el sector mientras se le exige un tratamiento eficaz
| 2009-05-10T18:17:00+02:00 h |

Miguel Ángel Tovar,

director asociado de Contenidos en Barcelona

Aunque la prudencia aconseja mantener la guardia en alto, todos los indicios parecen indicar que el globo ya ha comenzado a deshincharse. Según el último comunicado de la Secretaría de Salud de México, durante el mes de mayo no ha habido nuevas víctimas mortales. En total el balance de fallecimientos hasta el momento asciende a 44, unas cifras modestas y en cualquier caso muy alejadas de las que se difundieron inicialmente.

A lo largo de la crisis iba cobrando interés una de las numerosas cuestiones que se han suscitado con este asunto, la del porqué de los fallecimientos en México. Aunque se han planteado varias hipótesis, la mejor y más simple que conozco y a mi juicio la más plausible es la que nos regala el doctor Xavier Tello en su sitio web (blogs.strat-cons.com), y que tiene que ver con el sistema sanitario mexicano. Según su hipótesis, los fallecidos habrían sido atendidos por personas que ejercen de médicos sin disponer de la correspondiente titulación ni preparación.

Con todo, aunque indeseable, la crisis de la nueva gripe nos ha resultado útil por varios motivos. En primer lugar, durante unos días nos ha obligado a poner los pies en el suelo para constatar la vulnerabilidad real de la especie humana. Nada nos garantiza que no pueda surgir en cualquier momento un nuevo virus causante de una pandemia similar a la de 1918. Además, ha servido para poner a prueba la capacidad de la OMS y de los distintos gobiernos y administraciones sanitarias para gestionar una crisis sanitaria de dimensión internacional. Asimismo, estamos aún comprobando la capacidad de la comunidad científica y de la industria farmacéutica para responder de forma eficaz a la grave amenaza que puede representar la aparición de un nuevo virus de alta patogenicidad.

Por otra parte, tal como certeramente observaba hace pocas fechas Pedro J. Ramírez en una de sus sábanas dominicales, sin duda ésta ha sido la primera ‘pandemia.com’. A través de Google hemos podido realizar un seguimiento informativo de la evolución de la crisis. Pero además, el buscador ha posibilitado detectar la aparición de nuevos focos gracias al análisis del patrón de consultas de los ciudadanos. A través de Internet numerosas personas han podido proveerse de máscaras y otros productos. Y hasta los falsificadores de medicamentos han intentado sacar provecho mediante el comercio electrónico.

Por su parte, la industria farmacéutica ha dado en este asunto una muestra más de responsabilidad, donando millones de dosis de sus fármacos a la OMS y volcándose plenamente en colaborar con las autoridades sanitarias. Al contrario de lo que algunas voces críticas han insinuado, nada hay que indique que las compañías farmacéuticas implicadas han tratado de explotar la situación en su beneficio. Además, en el caso concreto de GSK y Roche (fabricantes de Relenza y Tamiflu), basta con fijarse en que los ingresos de sus antivirales representan una parte muy modesta del total. En ninguno de los dos casos la gripe es la solución a los desafíos actuales a los que se enfrentan.

Son demasiadas las críticas, muchas de ellas sin fundamento, y en cambio muy pocos los elogios que recibe este sector. ¿Cuántos han reconocido estos días los méritos y los logros de esta industria a la que debemos una parte importante de nuestro bienestar y en la que todos confiamos para que sigan aportándonos nuevas y mejores soluciones terapéuticas? En cambio, todos deseamos y esperamos que la vacuna contra el nuevo virus o contra cualquier otro que pueda sucederle esté a punto cuanto antes. Y si es posible, gratis. ¡Marchando una nueva vacuna!