Miguel Ángel Tovar,
director asociado de Contenidos en Barcelona
La compra de la estadounidense Stiefel por GlaxoSmithKline (GSK) confirma la estrategia puesta en marcha tras la llegada de Andrew Witty, su consejero delegado, hace poco menos de un año. Witty sabe por experiencia propia lo que le conviene. Después de haber bregado durante años con los lodos resultantes de las operaciones que dieron lugar a GSK, está convencido de que lo mejor para el futuro de la compañía son las adquisiciones selectivas de pequeño o mediano tamaño. En más de una ocasión ha manifestado públicamente su rechazo a una operación a gran escala.
Sin olvidar los productos sin receta (OTC) y las vacunas, el otro gran pilar de la estrategia de Witty lo constituye su apuesta por los mercados emergentes, principalmente Oriente Medio y el BRIC (Brasil, Rusia, la India y China). No en vano Witty, que llegó a GSK en 1985, dirigió las operaciones de la compañía en Sudáfrica y en la región Asia-Pacífico. Esta experiencia jugó probablemente a su favor para ser el elegido para suceder a Jean-Pierre Garnier.
Mientras Pfizer y Merck parecen haber decidido resolver su futuro de un plumazo con las compras respectivas de Wyeth y de Schering-Plough, GSK se declara partidaria de colocar sus huevos en diferentes cestas, a través de alianzas y compras de menor entidad, lo que tal vez suponga más tiempo y esfuerzo, pero que a la larga la puede acabar situando en una posición competitiva superior. Qué duda cabe de que la situación de sequía crediticia actual juega a su favor, al empujar a algunas compañías a venderse a un mejor precio.
Tan sólo tres días antes de anunciar la compra de Stiefel, se hizo público el acuerdo alcanzado con Pfizer para constituir una operación que combinaría los productos que ambas poseen para el tratamiento del VIH. Una noticia que no dejó indiferente a nadie en el sector, ya que es la primera vez se produce un acuerdo de semejante naturaleza.
La entidad resultante comercializará 11 productos, cuya facturación conjunta en 2008 fue de 2.360 millones de dólares. La propiedad se reparte de forma asimétrica, un 85 por ciento le corresponde a GSK y el 15 por ciento restante a Pfizer. Esta proporción podrá variar en el futuro según se alcancen o no las metas establecidas. Aunque las razones esgrimidas por los respectivos consejeros delegados parecen razonables, un análisis detallado ha llevado a The Wall Street Journal (WSJ) a especular con la venta la nueva entidad a un tercero.
Por una parte el acuerdo aporta muy poco a GSK en términos de facturación. Por otra, en I+D tampoco hay una ganancia clara, al menos a corto plazo, ya que ninguna de las dos compañías tiene productos en fase III. Por lo tanto, la posibilidad de generar nueva facturación quedaría un tanto alejada en el tiempo. Eso si alguno de los productos en fase II consigue obtener la autorización de comercialización. En términos de escala tampoco se hace evidente el logro de una ventaja competitiva, ya que Bristol-Myers Squibb (BMS) y Gilead Sciences tienen facturaciones en este negocio iguales o superiores, que además presentan fuertes crecimientos.
En definitiva, para WSJ la operación sólo adquiere pleno sentido si se hace con la intención de vender la entidad resultante a un tercero, ya que la suma de los activos de ambas compañías, junto con los ahorros que puedan alcanzarse, configura una oferta mucho más atractiva que cada uno de los negocios por separado. WSJ llega incluso a especular con la posibilidad de que sea Abbott la compañía que pudiera interesarse por adquirir el nuevo spin-off, permitiéndole competir con BMS y Gilead.