Miguel Ángel Tovar,
director asociado de Contenidos en Barcelona
Johnson & Johnson apuesta por la oncología. Prueba de ello es su intención de adquirir, a través de una oferta pública, la biofarmacéutica Cougar Biotechnology (fundada en 2003) por unos mil millones de dólares en efectivo que, aunque es una cantidad respetable, no supone gran cosa para una compañía como J&J que dispone de 14.000 millones en el bolsillo. Las acciones de Cougar se revalorizaron un 16 por ciento nada más hacerse pública la noticia. De llegar a consumarse, el cierre de la transacción se espera para el tercer trimestre del año el curso. Por su parte, cabe destacar que Cougar no tiene aún productos comercializados. Su pipeline se encuentra formado por fármacos para tratar el cáncer de próstata, de mama y el mieloma múltiple (una forma de cáncer de médula ósea). Concretamente, el producto para el tratamiento del cáncer de próstata (abiraterona DCI) es clave en esta operación. Su desarrollo clínico se encuentra muy avanzado y de alcanzar el mercado sería el primer producto de su clase. Actualmente, hay en marcha dos estudios de fase III cuyos resultados de esperan para 2010.
La oncología es una de las cinco áreas que J&J ha definido como prioritarias. De hecho, tal como explicita la propia compañía, con esta adquisición pretende reforzar su presencia en este campo, en el que ya tiene algunos productos en el mercado (Doxil, Velcade), pero donde no es particularmente fuerte. Éste es un negocio atractivo para las compañías, y buena parte de los productos en investigación en estos momentos van orientados al tratamiento de tumores. Unos procesos de aprobación en teoría menos complicados y más rápidos que, junto con unas elevadas expectativas de ingresos, motivan a las farmacéuticas a destinar buena parte de sus recursos a esta área terapéutica.
El cáncer de próstata es el carcinoma más común en hombres y la abiraterona es un producto que en este mercado podría fácilmente superar los 500 millones de dólares de facturación anual. No obstante, algunos analistas aprecian cierto riesgo en la operación de J&J, básicamente por dos motivos. Uno, aunque el fármaco ha obtenido muy buenos resultados en la fase II aún ha de demostrar que prolonga la supervivencia de los pacientes. Y dos, otras compañías están trabajando aceleradamente en el desarrollo de medicamentos para la misma indicación y que podrían llegar a ser fuertes competidores.
Parece natural cuestionarse si la adquisición es la opción más adecuada, pues no puede evitarse la comparación con el acuerdo de colaboración (que no compra) que firmó hace dos años GlaxoSmithKline con Synta Pharmaceuticals con relación al elesclomol, un fármaco para tratar el melanoma metastático. Se trata de una operación de un monto similar (885 millones de dólares), aunque en este caso GSK hizo un pago inicial de 80 millones de dólares, vinculó el resto de los pagos a la consecución de ciertas metas y situó las cantidades mayores hacia el final del proceso, reduciendo de este modo el riesgo global de la operación. De lo cual, vistos los resultados recientes, ahora se felicitan los responsables de GSK.
Con todo, es justo reconocer que a cambio de los mil millones de dólares J&J obtiene además los otros productos de Cougar, una organización con su know-how y, encima, no tiene que pagar posteriormente royalties sobre las eventuales ventas que consiga. En cualquier caso, aunque sería preciso disponer de otras informaciones para estar seguros de qué tipo de acuerdo resultaría más favorable, resulta un ejercicio interesante reflexionar sobre ello.