| miércoles, 20 de abril de 2011 h |

José María López Alemany

Ya nada es como era. A estas alturas ni siquiera el tratamiento del VIH está exento de recortes, a pesar de que durante años la consigna política fuera dar todo lo necesario, independientemente de su coste. Ahora, desde algunas autonomías, de manera abierta, se está iniciando una peligrosa estrategia de reducción de costes de la terapia antirretroviral: la ruptura de combos con sustitución de sus componentes protegidos por patente por otros fármacos genéricos.

Lo que hace unos meses era una medida aislada y anecdótica está empezando a tomar cuerpo en autonomías como Cataluña y el País Vasco. Las asociaciones de pacientes, como es lógico, están alarmadas, ya que son conscientes de los riesgos a los que se podrá someter no ya a un paciente en concreto, sino a toda la sociedad.

No se trata de la pérdida de adherencia por el cambio de una combinación a la suma de los fármacos por separado, al menos únicamente. Muchos expertos coinciden en afirmar que no se pueden cambiar alegremente los fármacos incorporados en los combos por otros más antiguos, ya que se estaría facilitando la aparición de resistencias y, por tanto, comprometiendo el resultado terapéutico del paciente, que vería incrementado el riesgo de infectar a un tercero.

En los últimos quince años, según afirma la PhRMA, los nuevos tratamientos antirretrovirales han posibilitado la reducción de la mortalidad asociada al VIH/sida en un 75 por ciento. Un éxito logrado en el tiempo gracias a la utilización de medicamentos cada vez más innovadores y eficaces. Echar el freno ahora sería desandar gran parte del camino andado.