| viernes, 20 de abril de 2012 h |

@JoseMLAlemany en Twitter

El cambio en el copago farmacéutico que ha hecho el Gobierno me parece una de las mejores decisiones que se podían haber tomado por la sostenibilidad de la Sanidad, que tiene un importante problema con la demanda, mucho mayor que el que tiene con la oferta.

Pero además de ser la primera vez que un Gobierno toma medidas claras para controlar la demanda, los cambios en el copago lo hacen más justo socialmente. El hecho de que los parados sin prestación, que lamentablemente hay muchos hoy en día en España, pasen de pagar un 40 por ciento de sus medicamentos a no pagar nada me parece sencillamente imprescindible. Corresponsabilizar también a los pensionistas sobre el coste de la prestación farmacéutica, me parece también muy adecuado. Y si se hace poniendo topes, tipo franquicia, en las aportaciones de los pensionistas en función de la renta, me parece perfecto.

Seguramente que quedan muchos flecos por limar y mucha letra pequeña por leer, pero de verdad que creo que es una medida muy útil y que no pone en riesgo la asistencia sanitaria de nadie. En este sentido, durante la semana pasada se ha estado hablando mucho de aquellos a los que ocho euros al mes les pueden suponer un esfuerzo casi insalvable. Para ellos habrá que poner mecanismos de ayuda, a través de los servicios sociales, para que incluso esa baja cuantía no sea impedimento para acceder a sus tratamientos. Sería lo lógico y lo justo.

En cualquier caso, el efecto más importante del copago no serán los 160 millones de ahorro directo, sino los más de 1.000 de ahorro por disuasión. Un efecto que se empieza a ver desde el primer día y, encima es estructural, no coyuntural. Justo lo que necesita la sanidad.