| viernes, 29 de octubre de 2010 h |

José María López Alemany

Parece que la ley del palo sigue funcionando. ¡Y de qué manera! Pocos meses después de que los médicos vieran en sus propias carnes, o nóminas, los efectos de la necesidad del sector público de reducir los gastos, ellos mismos se han puesto manos a la obra. A la ya significativa moderación del crecimiento del número de recetas se suman ahora los continuos asentimientos, con excepciones, a todas y cada una de las políticas sobre control del gasto en farmacia que las autonomías ponen en marcha.

Da la sensación de que los médicos se han ‘funcionarizado’, han tirado la toalla de la defensa de los argumentos que han estado esgrimiendo históricamente y aceptan, unas veces a regañadientes y otras con gran entusiasmo, todas las medidas puestas en marcha. Dentro de muy poco, cuando la tecnología de la información lo permita, el médico podría quedar relegado a ser un mero diagnosticador, siendo la informática y los programas de estandarización los encargados reales de recetar. Y lo peor de todo es que serán ellos mismos los que lo habrán permitido.