| domingo, 17 de mayo de 2009 h |

José María López Alemany

En los últimos tiempos, los planes de la administración Obama para los seguros de salud pública están alarmando a las compañías farmacéuticas por el riesgo que, para la innovación, supondría la reducción de ingresos a causa de la importación de medicamentos más económicos desde otros países o por los planes referidos a los fármacos biosimilares. Pero no deberían ser únicamente las farmacéuticas las que inicien un plan para afrontar el futuro. Todos los países avanzados deben ser conscientes de que si los ingresos de las compañías caen en los EEUU, la única manera de que se siga innovando, obteniendo nuevos fármacos, es que los beneficios suban en otros mercados.

En la actualidad, una inmensa mayoría de los beneficios de las farmacéuticas, esos que luego en gran parte se dedican a I+D, provienen de las ventas en el país norteamericano, una situación injusta a la que todos nos habíamos acostumbrado pero que está a punto de cambiar. Si estas ventas caen la obtención de nuevos medicamentos también lo hará. Sólo hay una manera de evitarlo, si es que se quiere, y es reconociendo adecuadamente la aportación de los medicamentos a la salud en Europa, Japón y otros mercados desarrollados.

En nuestro país también hay mucho por hacer, pero la estrategia de fijar los precios más bajos de Europa y, además, seguir bajándolos a los medicamentos comercializados, agudiza aún más el problema futuro que se avecina. Estoy convencido de que es imprescindible asegurar la sostenibilidad del sistema y conciliarla con la innovación y, para ello, habrá que buscar nuevas fórmulas. Entre ellas, algunas que dan grima a todos los políticos.