José María López Alemany
La semana pasada Rafael García Gutiérrez comparó el mercado de los MP y su escaso desarrollo en España con el jamón de un sándwich aprisionado entre los dos panes. Esos dos panes que impiden crecer al mercado de los medicamentos sin receta se llaman, por un lado alimentos, aquéllos que se atribuyen propiedades sanitarias, y, por otro, todos los medicamentos que siguen siendo financiados con fondos públicos, a pesar de compartir principios activos e incluso indicaciones y dosis con aquellas especialidades que se pueden dispensar sin receta. Está claro que ambas situaciones constituyen una competencia desleal al mercado de los medicamentos sin receta.
En los últimos años ha sido frecuente la atribución de diferentes propiedades sanitarias a determinados alimentos. Estas propiedades, ya tengan o no justificación científica, han sido publicitadas casi sin control en una actividad casi vetada a los medicamentos publicitarios, por lo que los consumidores confiaban más en esos alimentos que en los MP, a los que no conocen.
Por el otro lado del sándwich se encuentra la existencia en distintos estatus de financiación de medicamentos esencialmente iguales y que, a pesar de requerir prescripción, no son muchos los farmacéuticos que la exigen para un paracetamol genérico, por ejemplo.
Atajar estas dos sencillas e injustas cuestiones requeriría simplemente asegurar el cumplimiento de la ley. Con ello se facilitaría el despegue de los medicamentos publicitarios y sin receta, al tiempo que daría al boticario una mayor capacidad en el manejo de los síntomas menores con la utilización del consejo farmacéutico.