| viernes, 13 de mayo de 2011 h |

José María López Alemany

La semana pasada expresaba mis dudas sobre si el Cacof sería capaz de rechazar la última oferta del SAS. Finalmente, el Cacof dijo no, empujado por los resultados cosechados en las consultas realizadas en los colegios provinciales. El consejo andaluz ha tenido que rechazar un documento que, si hacemos caso a que ha reiterado la consejería durante esta semana, habría aceptado y se trataba de un acuerdo ya cerrado.

La democracia, por tanto, ha funcionado. Los farmacéuticos, como en un referéndum, han podido decidir por sí mismos si estaban dispuestos a pasar por el aro que arruinaría la farmacia andaluza y española a cambio de nada, o si por el contrario, defenderían su dignidad y la de los pacientes dando con la puerta en las narices a la Administración regional. Ya se preparan para una dura travesía en el desierto.

No estarán solos los farmacéuticos andaluces. Las muestras de apoyo se han visto por parte de toda la comunidad del medicamento. Pero, inevitablemente, quienes tendrán que sufrir en sus carnes los zarpazos del SAS, serán los propios farmacéuticos. Y no serán suaves. El organismo andaluz, en un arrebato de ira no tardó ni dos horas en anunciar sus próximos pasos: las subastas seguirán con o sin acuerdo. Posteriormente, en 24 horas denunció el concierto y avisó a los farmacéuticos de las primeras consecuencias: No pagará las sustituciones que no se ajusten a la Ley de Garantías, quebrando con todo lo avanzado en el día a día de la PPA. ¿Qué será lo siguiente? ¿Asfixia económica? ¿Inspecciones exhaustivas? Así no se comporta una administración. Así, sólo actúan los mafiosos o los novios despechados. ¿Qué es el SAS?