El Pacto por la Sanidad que, casi tras dos años de trabajo, ha dado a conocer el Ministerio de Sanidad se puede calificar como un pacto ‘sin’. Sin las aportaciones del Consejo General de Colegios Oficiales de Farmacéuticos (CGCOF). Sin las de la patronal de la industria farmacéutica innovadora radicada en nuestro país, Farmaindustria. Si las de la Organización Médica Colegial (OMC). Sin las de la de la Asociación para el Autocuidado de la Salud (Anefp). Sin las del Consejo General de Enfermería. Sin las de la Asociación Española de Médicos de Atención Primaria (Semergen). ¿Sin las de las comunidades autónomas? Eso sí, con la de la Asociación de Alérgicos al Látex. O con la de la Federación Española de Lupus (Felupus). Dos asociaciones que por supuesto y como no puede ser de otro modo merecen todos los respetos y cuya presencia, si así se ha considerado desde el Ministerio de Sanidad, debe ser igual de válida.
Las conclusiones del Pacto por la Sanidad que, casi tras dos años de trabajo, ha dado a conocer el Ministerio de Sanidad tienen, por otro lado, muchos ‘con’. Con propuestas de planificación obvias. Con planes de gestión de personal y organización de servicios básicas. Con iniciativas de formación que se caen por su propio peso. Con planes de coordinación y cohesión evidentes. Con estrategias de cooperación internacional en materia de recursos humanos que quedan en el aire. Con propuestas para potenciar la cartera de servicios del SNS de cajón. Con medidas para la racionalización del gasto que se quedan en la superficie. Con el deseo de potenciar el uso de tecnologías sanitarias. Con estrategias para el uso racional del medicamento estancadas. Con… Sin las suficientes medidas precisas y concretas.
¿Se trata de un documento definitivo o de un borrador? En el Paseo del Prado deberá aclararse.