La OCDE acaba de publicar un informe en el que asegura que el Sistema Sanitario Español presenta unas ineficiencias estimadas en 16.000 millones de euros. Casi nada. Unas ineficiencias que estarían tragándose el 27,1 por ciento de los 59.140 millones de euros que las comunidades autónomas dedicaron a sanidad durante el pasado año. No hay por qué poner en duda que en España y en su sistema sanitario haya ineficiencias. Las hay. La primera de ellas, la utilización desmedida de los servicios sanitarios, el incremento constante de las recetas per cápita, o la baja utilización de genéricos en algunas zonas y condiciones. Pero que éstas alcancen el 27 por ciento del gasto, es demasiado.
El sistema sanitario español ha demostrado en el tiempo que, con mucho menos dinero que el de otros países de la OCDE es capaz de ofrecer una calidad de servicios muy superior a la que se genera en otros países. España gasta aproximadamente dos puntos porcentuales menos del PIB que nuestros vecinos en sanidad. Y todo esto es posible gracias, por un lado, al buen hacer y sacrificio de los profesionales sanitarios que aceptan tener unos de los salarios más bajos de los países de nuestro entorno y, por otro, al bajo precio de los medicamentos.
Estas dos variables, se están viendo reducidas, además, por las medidas que últimamente ha adoptado el Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero. Los salarios de los médicos se redujeron en una cantidad superior al cinco por ciento el año pasado y el gasto en medicamentos está sufriendo ya una bajada en términos interanuales superior al 7,6 por ciento. Y en lo que se refiere al coste por prescripción, casi alcanza una rebaja del 10 por ciento con respecto a 2010.
Con estos datos, ¿cómo es posible que se hable de un 30 por ciento de ineficiencias dentro de nuestro sistema sanitario?