Las distribuidoras de medicamentos que operan en España son un pilar fundamental del modelo farmacéutico de nuestro país. Esa afirmación, no por repetida y conocida, deja de ser fundamental si queremos comprender cómo funciona o cómo debería funcionar el sector en su totalidad. Sin el papel de la distribución sería imposible concebir el modelo farmacéutico tal y como lo conocemos en la actualidad. Y, sobre todo, sin ese matiz cooperativo que identifica a la distribución de nuestro país, donde el 75,8 por ciento de los mayoristas presentan esta característica. Así lo puso de manifiesto la semana pasada un informe encargado por Cofares a Antares Consulting, en cuya presentación se resaltó este papel clave de las distribuidoras de medicamentos dentro del Sistema Nacional de Salud. Es más, Rafael Borrás, autor del estudio, fue más allá al precisar que gracias a ese carácter cooperativo de la distribución en España el modelo farmacéutico actual es como es. Es decir, que si este agente no tuviese esa peculiaridad en nuestro país otro gallo hubiese cantado en las acometidas liberalizadoras procedentes de Bruselas.
Eso sí, la distribución debe mirar al futuro y, sobre todo, replantearse el mismo. Lejos están los tiempos en los que las distribuidoras se dedicaban a solamente a eso, a la distribución de fármacos. Más de 25 medidas de contención del gasto que se han adoptado en los últimos 15 años, que han disminuido los márgenes de los mayoristas en 3,4 puntos directo; los últimos RDL, que han hecho perder al sector más de cien millones de euros; los márgenes negativos con los que trabajan, en algunas hipótesis de hasta el 67 por ciento de las especialidades financiadas… Todo ello provoca que la distribución deba poner encima de la mesa dos asuntos de vital importancia: los cambios en el modelo de retribución y la aceleración de los procesos de fusiones o adquisiciones. Todo ello sin olvidar la potenciación de los servicios adicionales y la optimización de sus operaciones en colaboración con las farmacias.
