J. Ruiz-Tagle Madrid | viernes, 22 de febrero de 2013 h |

Los sobresaltos, sobre todo cuando afectan al bolsillo, suelen causar un revuelo que sería evitable con un análisis racional y pausado. Este es el caso de la mayoría de los productos que fueron desfinanciados el pasado mes de septiembre, cuyo valor ha sufrido un incremento abrupto pero contenido respecto a la evolución de los precios en los últimos años. Además, esta subida está motivada, principalmente, por el deterioro que el Sistema Nacional de Salud (SNS) provoca en el precio de los medicamentos con el objetivo de mantener una sanidad sostenible.

Las reducciones de precio que estos medicamentos han sufrido desde 2004 y que han venido obligadas por aspectos legales como el Real Decreto 2402/2004, que obligó a todos los medicamentos a una reducción de precio del 4,2 y 2 por ciento en dos años consecutivos, la aplicación de los precios de referencia, que erosionan fuertemente los precios o la reducción del 25 por ciento del precio, en promedio, de los genéricos por el Real Decreto-ley 4/2010, no son suficientes para compensar, junto con las variaciones del IPC, la mayor parte de las subidas que se han visto en estos medicamentos en las últimas semanas.

Estas bajadas, que oscilan entre el 55,94 por ciento en el caso del Aciclovir de Bexal y el 2,8 por ciento de Narine Repetabs, mientras que la mayoría de medicamentos presentan reducciones de entre el 30 y el 40 por ciento. Estos datos explican que, a pesar de haber experimentado, en el caso de Aciclovir, una subida del 62,24 por ciento desde su desfinanciación, su valor sea un 43,4 por ciento menor al que hubiera tenido con la subida del Índice de Precio al Consumo (IPC) en los últimos ocho años.

En términos generales, los incrementos de precio que ha acarreado la desfinanciación no superan a la evolución del mercado en el 66 por ciento de los medicamentos. Además, en los primeros cuatro casos (ver gráfico adjunto) el precio actual está por debajo del que disponía el medicamento en 2004. Si bien es cierto que una desfinanciación acarrea un incremento de los precios, es irreal argumentar que las compañías suben su valor por encima de la carestía de la vida.

¿Un ejemplo? Fortasec, que si bien ha duplicado su valor desde septiembre, aún está un 5,12 por ciento más barato que la subida del IPC, dado que la depreciación sufrida en los últimos ocho años fue del 40,09 por ciento. También son destacables los ejemplos de Acetilcisteina, cuyo porcentaje frente a la evolución del IPC le sitúa en un 7,75 por ciento más bajo, o los productos de Zambon Flumil y Flutox. Estos dos últimos sufrieron depreciaciones en torno al 30 por ciento y su valor actual está algo más del 20 por ciento por debajo de la subida del IPC.

Las voces que alertan de un abuso en el precio de los medicamentos desfinanciados adoptan como tendencia general a un tercio de los casos que, a buen seguro, será corregido rápidamente por el mercado. Como ejemplo están el Mucibron o el Mucosan, cuyo valor casi se ha triplicado desde la desfinanciación y supera en más del 50 por ciento del que hubiera tenido con la subida del IPC. El paciente tiene como alternativa el Ambroxol de Bexal, con un precio de 3,43 euros, por los 6,17 de Mucibron. La cuota de mercado que alcanzará el primero hará corregir el exceso al segundo. En el libre mercado, la ley de la oferta y la demanda es inflexible y el farmacéutico debe ser consciente.

Las reducciones de precio a las que obliga el SNS también esconden salvedades. Es el caso de las presentaciones de Almax, cuyo valor ha aumentado en los últimos ocho años y ha aprovechado la desfinanciación para incrementar su valor en más de un 30 por ciento. Aún así, y en la muestra seleccionada por EG donde están representados exponentes de cada una de las agrupaciones homogéneas, los incrementos de precios se contienen en relación al IPC.

Casos llamativos, además del Aciclovir de Bexal, son los de Ciclofalina y Flogoprofen. Ambos medicamentos han sufrido durante ocho años continuas bajadas que han depreciado su valor en más del 40 por ciento desde 2004. El primer caso ha aprovechado la desfinanciación para incrementar su valor en un 31,68 por ciento, porcentaje inferior a su bajada acumulada, y el segundo ha subido su precio en un 97,27 por ciento. Que la subida haya sido abrupta está condicionado por la variable temporal, ya que se ha producido en pocos meses, pero no hay que olvidar que durante ocho años no solo no ha subido ni un céntimo, sino que además se ha depreciado.

Un condicionante que se suele olvidar cuando se argumenta sobre la subida del precio de estos medicamentos es la consecuente bajada en la cuota de mercado que incluye salir del abrigo de SNS. El mercado de los desfinanciados ha descendido considerablemente a pesar de que en los últimos meses ha moderado su caída.

Desde que se aprobó hasta finales de noviembre de 2012, la cuota de mercado de los medicamentos desfinanciados descendió un 37 por ciento, según datos de IMS. La curva, que alcanzó su mínimo en la primera semana de septiembre, deja unas conclusiones inciertas y lejanas a un cambio brusco de tendencia, pero sí parece mostrar que, tras el primer escollo, la recuperación ha sido la constante.

La elección de subir o no el precio para compensar las ventas puede ser discutible desde el punto de vista empresarial, pero en un mercado libre como es al que se enfrentan estos medicamentos, la elección es también libre. Además, hay que constatar otros gastos a los que también se enfrentan estos medicamentos: el marketing del producto. En muchos casos, estos productos no necesitan de receta médica, por lo que tendrán que buscar su nicho de mercado empleando recursos económicos que aseguren una diferenciación.

El debate político

Por otro lado, cabe destacar que tras un análisis pormenorizado de la evolución de precio de los medicamentos desfinanciados en septiembre, el contexto político puede ser entendido más fácilmente sin caer en manipulaciones de un sentido u otro. La pasada semana, en una sesión de control en el Senado, la ministra de Sanidad, Ana Mato, fue interpelada desde la oposición acerca de este incremento en los precios.

“En muy poco tiempo, alguno de estos medicamentos ha incrementado su precio en un 125 por ciento y, todos ellos, han subido un promedio del 50 por ciento”, aseguraba Mónica Almiñana, del grupo parlamentario de Entesa. El razonamiento de la senadora aleja el parámetro de la depreciación que han sufrido los medicamentos en los últimos años, mientras que por encima del 125 por ciento solo hay cinco presentaciones que, además, tienen alternativa terapéutica a menor precio.

Por su parte, la ministra de Sanidad negó los datos al asegurar que “los medicamentos de uso más habitual no se han encarecido más del 50 por ciento”. El dato refleja que ese incremento que niega Mato se produce en el 54 por ciento de los productos desfinanciados, si bien es cierto, tal y como argumentó la ministra, que las innovaciones terapéuticas necesitan la liberación de recursos económicos para poder financiarlas. “Cuando desfinanciamos esta clase de medicamentos para síntomas menores de bajo precio y en desuso lo que estamos haciendo es permitir la financiación y la entrada en el sistema de otros medicamentos muchos más caros”, dijo.

Y es que, de hecho, la experiencia y la historia demuestran que las desfinanciaciones no solamente dejan paso a nuevos medicamentos si no que, además, las leyes del mercado se encargan de hacer desaparecer los posibles abusos. En 1993 y en 1998 ya se produjeron medidas similares a la actual y no ha existido ningún caso de incremento exagerado que haya perdurado.