| domingo, 05 de octubre de 2008 h |

No soy capaz de recordar cuándo fue la primera ocasión en la que escuche la frase mágica, ni tampoco cuántas veces ha llegado a mis oídos desde entonces. Lo que sí sé es que cuando, apenas recién llegado al proceloso mundo de la información sanitaria, oí hablar por vez primera del “pacto de Estado por la Sanidad”, pensé que no era sólo una frase grandilocuente pronunciada por un responsable político, sino que se trataba de algo realmente importante que iba a mejorar la asistencia sanitaria de todos los ciudadanos. Todavía me pareció más relevante cuando descubrí que tan rotundo mensaje iba acompañado por otros términos no menos sólidos como “equidad”, “cohesión” o “seguridad”.

El titular de aquel remoto día, claro está, fue que el Gobierno de entonces, o el partido de la oposición, fuera quien fuera quien estuviera en uno u otro papel, ofrecía un pacto de Estado por la Sanidad para garantizar la cohesión del SNS, la equidad en la asistencia a los pacientes, la calidad de las prestaciones y, por qué no, también la sostenibilidad económica de nuestro modelo público de sanidad.

Pero después fueron pasando los años, y esas mismas palabras fueron pronunciadas hasta el hastío por unos y otros, hasta que se hizo evidente que lo del “pacto por la sanidad” era una buena muleta para salir airoso de una comparecencia parlamentaria, o para ofrecer un regalo envenenado a los adversarios políticos en un Consejo Interterritorial cualquiera. Por desgracia, uno de los foros donde primero tenía que haberse hecho patente un acuerdo por la Sanidad Pública por encima de las servidumbres de partido, el pleno del Consejo Interterritorial de Sanidad, no ha sido la mayor parte de las veces más que un patio de vecinos mal avenidos, donde unos se levantan, los otros no quieren pagar lo que les corresponde y todos defienden sus intereses partidistas sin pensar en el bien común.

Con estos antecedentes, al escuchar en junio al ministro Bernat Soria proponer, como creo que han hecho antes muchos de sus antecesores, un pacto por la Sanidad a todas las fuerzas políticas, no pude evitar esbozar una sonrisa sardónica, pese al apoyo expresado sobre la marcha por los grupos políticos. Sin embargo, pasan los meses y compruebo con satisfacción que el ministro parece estar realmente empeñado en hacer realidad la frase mágica, hasta el punto de que el pasado 30 de septiembre un grupo de responsables políticos y representantes de colectivos sanitarios –entre ellos los pacientes—constituyeron los grupos de trabajo para ponerse manos a la obra.

Aún desde el escepticismo, que un periodista ha de mantener siempre, da la impresión de que esta vez la cosa va a en serio. Esperemos que cuando los trabajos lleguen a su fin, los responsables políticos sepan estar a la altura y hagan lo posible para que palabras como equidad, calidad o sostenibilidad dejen de formar frases mágicas de retórica estéril para convertirse en los rasgos que definan de verdad a la sanidad española del siglo XXI.

Antonio González es periodista del diario ‘Público’