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Madrid
Tras el anuncio del ministro de Trabajo, Celestino Corbacho, de dejar su puesto en el Ejecutivo para pelear por las elecciones catalanas, y el interrogante que pende sobre la ministra de Sanidad y Política Social, Trinidad Jiménez, en su carrera en las primarias de Madrid, el rumor de una crisis de Gobierno se acrecentó la semana pasada con un nuevo nombre que engrosaría la posible listas de bajas en el gabinete de José Luis Rodríguez Zapatero: la ministra de Ciencia e Innovación.
Lo que la Moncloa desmintió como “especulaciones al margen de Cristina Garmendia” corrió como la pólvora por los confidenciales de Internet, y situó la decisión de Garmendia en una conversación que mantuvo con el presidente del Gobierno antes del verano. En ella, la ministra le habría trasladado su decisión de volver a la actividad privada, por el malestar debido a los continuos recortes presupuestarios y competenciales sufridos por un ministerio que nació como la gran promesa del segundo mandato socialista.
Ley de Ciencia
Lo cierto es que la imagen de Garmendia ha caído a nivel internacional, al mismo ritmo que lo hacía su capacidad de actuación en un ministerio cercenado y falto de presupuesto. Un año después de alabar su llegada, la revista Nature cargaba sus tintas contra la política científica española y su responsable en un corrosivo editorial.
A todo ello se sumarían las continuas prórrogas y críticas que ha suscitado su proyecto más ambicioso, la Ley de Ciencia.