El Hospital Virgen del Rocío marca un hito al curar una rara enfermedad a un niño gracias a las células de su hermano
| 2009-03-22T18:00:00+01:00 h |

Antonio González

es periodista del diario ‘Público’

Es una demanda repetida mil veces por los lectores de cualquier periódico del mundo. Todos ellos quieren buenas noticias, que les den esperanza, un motivo para sentirse mejor. Pero la realidad es bien diferente. Por desgracia, las malas noticias son, casi siempre, más noticia que las buenas.

Sin embargo, hay días en que una buena noticia ocupa las portadas de todos, o de casi todos, los periódicos. Éste es el caso del logro conseguido por los doctores del Hospital Virgen del Rocío de Sevilla Guillermo Antiñolo, Álvaro Urbano y José María Pérez Hurtado, que han sido capaces de curar a un niño una rara anemia congénita gracias a un trasplante de células madre de su hermano, seleccionado genéticamente para poder ser compatible con él. Sin duda, una buena noticia que ha sido regida en portada en todos los periódicos

Todos los días se generan miles de noticias relacionadas con la salud, casi todas ellas hablan de tratamientos, de resultados prometedores, del desarrollo de nuevos fármacos, de conseguir atenuar los síntomas de tal o cual dolencia… Pero casi nunca se habla de curación, que es en realidad el fin principal de la medicina. Por eso, esta noticia ha tenido semejante impacto, porque un niño condenado a morir antes de los 35 años es ahora una persona sana gracias a la medicina.

Además, este niño se ha podido beneficiar de una tecnología sumamente compleja y cara, así como del talento de los mejores especialistas, sin que sus progenitores hayan tenido que pagar un duro (ahora, un euro), ya que el tratamiento ha sido ofrecido dentro de las prestaciones de la sanidad pública andaluza.

La noticia tiene casi todos los elementos para ser propia de un cuento de hadas: el niño está curado, sus padres están felices, su hermano pequeño sabrá algún día que le ha dado la vida sin más esfuerzo que venir al mundo, los médicos han conseguido un logro científico y asistencial sin precedentes en España… En fin, todo parece perfecto, salvo una cosa. La pertinaz oposición a este tipo de terapias por parte de los defensores de las posiciones ideológicas más radicales, con los jerarcas de la Iglesia católica a la cabeza, que no dudaron en su momento a la hora de calificar de “horrendo” el procedimiento.

Ante la pasmosa y notoria evidencia de cómo un avance científico se puede convertir en felicidad humana, palpable y contagiosa, los obispos han preferido esconder la cabeza debajo del ala. Sin duda tendrán que esperar tiempos mejores, cuando este avance se vaya olvidando, para seguir defendiendo que es mejor dejar morir a un niño de siete años que sacrificar en el laboratorio a un grupo de células embrionarias.

Afortunadamente pasaron a la historia los tiempos en los que la jerarquía de la Iglesia, cuyo sentir en estas cuestiones estoy seguro de que no coincide con el de la mayoría de los creyentes católicos, tenían poder de decisión sobre lo que se hacía en materia de ciencia y medicina.

Sin embargo, se comprueba día tras día que estos jerarcas de la Iglesia católica siguen manteniendo intacta su vocación integrista, sin darse cuenta de que en pleno siglo XXI los milagros ya no están de su parte. Y es que estos milagros han pasado a ser patrimonio de la medicina y de la ciencia.